Nos encontramos en una era de cambios tecnológicos que se suceden de manera casi inmediata, y que llegan para transformarlo todo. En este contexto se está empezando a gestar una nueva corriente que piensa que este entusiasmo resulta exagerado, sobre todo teniendo en cuenta lo que muchos economistas adelantan tras revisar la productividad e ingresos, y es que la revolución tecnológica está sobrevalorada.
En esta carrera hacia la tecno-revolución parece ser que el progreso económico que debiera acompañarla se ha quedado atrás.
Hace poco Paul Krugman a través del New York Times escribió que “la era digital, que abarca más de cuatro décadas, tiene el aspecto de una decepción. Las nuevas tecnologías han dado grandes titulares, pero resultados económicos modestos”.
Por su parte, Erik Brynjolfsson, profesor de la Sloan School of Management MIT, subraya que “mi interpretación de las estadísticas es que la tecnología ha sido la directiva principal en el enorme aumento reciente de la desigualdad económica en el mundo”.
Ambas opiniones siguen la línea de Stephen Hawkins, el reconocido físico inglés que hace poco afirmó que la tecnología es la culpable de la desproporcionada desigualdad de ingresos de nuestros días. Así el físico declaró que “todos podríamos disfrutar de una vida de ocioso lujo si la riqueza producida por la tecnología fuera compartida, o la mayoría de la gente puede acabar miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución de la riqueza”.
De hecho la revolución tecnológica ha seguido el mismo camino que ha pasado con otros movimientos del pasado, que es que ha llevado a concentrar las mayores ganancias en manos de una minoría de jóvenes tecnólogos.
Son muchos los estudios económicos que demuestran que, pese a vivir en la era de los smartphone y dispositivos móviles, los índices de crecimiento e ingresos han regresado a la lentitud de los años 1970 y 1980. Además es tipo de aparatos tecnológicos han reemplazado hoy por hoy a trabajadores no calificados, emplazándolos a sectores donde ganan menos que antes.
Con toda probabilidad, la actividad de nuevos modelos de mercado relacionados con los avances tecnológicos seguirá creciendo. Pero en este contexto se comienza a demandar un regreso ‘al mundo físico’, que permita una experiencia directa con el consumidor.
Desde el Evening Standard de Londres explican que “otra razón por la que el mundo real está luchando es que cada vez más anhelamos lugares donde podernos escapar de la distracción de la tecnología. No se trata de estar en contra de los progresos tecnológicos, sino un reconocimiento de que estar conectado permanentemente a Internet no es bueno para nadie”.
Algunos sectores ya han tenido tiempo de comprobarlo, como el de la música, donde los conciertos están ganando cada vez más popularidad ya que los jóvenes prefieren ver a sus bandas antes que escucharlas digitalmente.
También en el sector de los libros, que este año se ha experimentado un repunte de las ventas, ya que como han demostrado algunos estudios, retemos mejor cuando leemos en texto físico que en pantalla. De hecho la Unión Europea aprobó una ley de precio único para los libros, que salvaguarda de la competencia desleal a librerías y casa editoriales frente a empresas gigantes de Internet, como Amazon.
Por su parte en el mundo del cine, cada vez hay más directores que hacen películas ‘a la vieja escuela’ sin usar cámaras digitales.
Las predicciones apuntan a que sectores como el comercio electrónico están volviendo a establecimientos físicos, con la apertura de tiendas, como fue la librería que Amazon inauguró en Seattle.
Como muchos analistas explican y Google apunta, parece que la manipulación de la inmensa información vertida en el mundo digital puede que al final transforme el mundo físico y provoque una ‘nueva revolución’.
Todos estos son indicios harán que con total probabilidad se comience a lograr un mejor equilibro entre el mundo físico y el mundo digital.
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