La formación superior impartida en España ha sido siempre bien considerada internacionalmente. Pese a reconocer poca aplicación práctica en los planes de estudios de las distintas carreras, generalmente se ha valorado muy bien los sólidos fundamentos teóricos. Por lo tanto, en la Marca España ha tenido un gran peso la formación de nuestros profesionales en muchos campos: medicina, arquitectura, artes, ingenierías…

Desde el estallido de la crisis a finales de 2007, se siguen formando profesionales en las distintas escuelas y facultades, bajo los mismos criterios y con los mismos planes de estudios que antes de la crisis, creándose así un stock de titulados que tienen muy complicada su incorporación al mercado laboral, no sólo por la ausencia de posiciones en las empresas afectadas por la crisis, sino también por la no actualización de los contenidos de los estudios para adaptarse a las nuevas competencias que son necesarias para afrontar un futuro profesional que ha cambiado.

Para poder seguir hablando de una buena formación Universitaria que aporte valor a la Marca España, debemos de dejar de formar a nuestros universitarios en conocimientos y formarlos en competencias que les sirvan para adaptarse a cualquier circunstancia coyuntural como la crisis en la que aún estamos sumidos, dotando así de sostenibilidad a la formación universitaria.

Si no se impulsan estos cambios, seguiremos generando un montón de titulados, sin expectativas profesionales o que simplemente sean empleables en la base de la pirámide, es decir, de no dar la vuelta esta situación, la formación universitaria se convertirá en una sencilla formación profesional sin más aspiraciones.

Un ejemplo claro de esta situación es el gremio de los arquitectos y que sirve de paradigma para cualquier otro titulado. Así pues, en lo sucesivo, durante el resto del artículo, el lector podrá sustituir la palabra arquitecto por aquella otra con la que se sienta más identificado.

Los arquitectos formados en España han sido tradicionalmente unos profesionales bien valorados tanto dentro como fuera del país. El estallido de la burbuja inmobiliaria los ha dejado en una precaria situación tanto de imagen como de salidas profesionales.

marca españaEn la actualidad hay infinidad de escuelas de arquitectura que siguen formando arquitectos, pero lo siguen haciendo del modo previo a la crisis, enfocados hacia la creatividad por la creatividad, hacia la figura del arquitecto “estrella del diseño”, sin poner en valor las otras características de eficiencia, análisis financiero, visión directiva, resolución de problemas…

Los arquitectos en España tienen una formación y una experiencia que podrían ser de aplicación a otros campos fuera de la edificación, del mismo modo que no es extraño ver a ingenieros ocupando direcciones financieras, a filósofos en recursos humanos, etc…

Contemporáneamente, debiéramos aceptar que la formación universitaria no puede encasillarte en una única profesión (eso sería formación profesional). Por lo tanto, convendría formar profesionales que aporten valor transversalmente en otras áreas distintas a su conocimiento. Este planteamiento enriquece al universitario, pero también a aquellas empresas que reciben un aporte distinto, e incluso, ulteriormente, enriquece también a la sociedad.

Sin embargo, siguen existiendo una enorme cantidad de Universidades que forman grandes cantidades de titulados sin prever la demanda del mercado de los profesionales que se forman.

En esto, la formación profesional es más razonable, incluso permitiendo la formación profesional en sus puestos de trabajo con el concepto “dual”. De este modo un profesional se forma según lo que las empresas demandan, conectando así el mercado laboral.

Pero insisto en que la formación universitaria debiera diferenciarse de la formación profesional. Un profesional debiera resolver los problemas concretos para los que ha sido formado, mientras que un universitario debiera ser más adaptativo y propositivo, dando respuestas a nuevos problemas con un fondo transformador.

En países como Francia o Alemania tienen resuelta esta diferenciación y se puede decir que han generado su propia marca sostenible al respecto. De este modo, dependiendo del proyecto vital del individuo, se puede pasar de una formación a otra, sin ninguna connotación peyorativa. En España es palmaria esa connotación: hacer una “FP” está mal visto socialmente. Así, todo el mundo quiere ser universitario, al margen del proyecto vital.

Volviendo al ejemplo de los arquitectos, en estos momentos se tramita la nueva Ley de Servicios Profesionales que liberalizará un sector donde antes disponían de todas las competencias. Esto está provocando en el gremio un miedo atroz a perder el poco trabajo que hay. Si bien no se están dando cuenta de que, a partir de ahora, podrán intervenir en otros campos hasta ahora vedados.

En lo referente a formación Universitaria, hace diez años se enunciaron en Bolonia los principios del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), donde se implementó el concepto de formación en “competencias”. Si bien, este concepto se ha reducido a cumplir con unos parámetros enunciados por organismos de control en los que no participan personas en el ejercicio de la profesión y que no son nada ágiles ni adaptativos a los cambios rápidos que está demandando el mercado laboral con la aparición de nuevas profesiones hasta ahora inimaginables.

En mi opinión, este intento del EEES ha resultado fallido ya que seguimos formando titulados con las competencias muy reducidas a su campo de conocimiento, sin transversalidad ninguna y sin capacidad de transformación del entorno. De hecho, los arquitectos siguen estando mal valorados y no se les considera para posiciones fuera del mundo de la edificación y urbanismo, además de haber formado una gran cantidad de titulados que no pueden más que aceptar un empleo con remuneración no acorde a su supuesta categoría profesional.

Nuestros titulados, por el solo hecho de estar bien formados, no aportan nada a Marca España. Debemos darles una salida para ellos y que además añada valor a nuestra marca.

La propuesta, para ser sostenible, debe abarcar todas las facetas del prisma:

  • Diferenciar distintos niveles de formación, desde los que forman a profesionales al modo de una capacitación profesional hasta los de conocimientos y habilidades más transversales y transformadores. Para ello hay que volver a prestigiar la FP y permitir la permeabilidad entre esta y la Universidad.
  • También hay que evaluar la necesidad de titulados en los próximos años para dimensionar la formación.
  • A los titulados de rangos menos convencionales se les debe dar unas competencias, definiendo por tales aquella capacidad de movilizar los conocimientos y recursos del individuo para resolver aprendizajes o problemas reales de un modo autónomo. Esto se supone que ya se plantea desde el EEES, pero no es eficiente en tanto se propone para todos los alumnos, sin discriminar las distintas opciones vitales.
  • Los planes de estudio deben seguir educando en conocimientos y habilidades, pero hay que añadir valores. Esto último es muy difícil de controlar por las agencias de acreditación que controlan el EEES en tanto no es mensurable. No obstante, estos valores los pueden implementar profesorados con suficiente inquietud investigadora pero cuya actividad principal sea el ejercicio de su actividad profesional.

Como consecuencia de esta propuesta nos encontraríamos con una situación en la que no todo depende de la institución educativa. Así sería un modelo más sostenible, puesto que se involucra al alumno que tiene que enfocar su proyecto vital (ahora el paso por la Universidad es un commodity) decidiendo el nivel de su formación, se involucra al profesorado ya que hay que educar en valores y aportando experiencia del mundo empresarial y de la sociedad a la que hay que servir, y se obliga a la institución que debe llegar al equilibrio entre lo que demanda la sociedad y lo que, aunque no lo demande, debe preparar para el futuro.

Quiero apuntar aquí, que esto no es un alegato contra los catedráticos y titulares, quienes siguen siendo necesarios dando rigor y objetividad a las experiencias a través de sus investigaciones y textos que ordenan el conocimiento. Este aporte es fundamental y ese debiera ser su campo en lugar de ser, además, los únicos rectores de la formación universitaria, responsabilidad que debiera ser compartida con otros profesionales.

Para concluir con el ejemplo de nuestros arquitectos, aprovechando esa doble formación de base en temas técnicos y humanísticos, nos resultaría muy fácil completar su formación en temas administrativos, directivos, contables, ejecutivos, de recursos humanos… valores estos que ayudarían a aportar al arquitecto en otros campos y no sólo en la edificación. Además podrá competir en el mercado liberalizado de los servicios profesionales teniendo más penetración en la sociedad a través de las empresas.

Ya se han dado casos de éxito en otras materias como por ejemplo la administración y dirección de empresas, en las que existiendo una gran oferta de universidades tanto públicas como privadas, cada una aporta unos valores que los diferencian. Así veremos a alumnos de Deusto o ICADE que desarrollan sus carreras profesionales en funciones directivas, mientras que los alumnos de otras Universidades copan puestos ejecutivos o de administración. Los conocimientos son los mismos, pero los valores transmitidos son totalmente distintivos. Lo cual no cierra la posibilidad de transformación de perfil a lo largo de sus carreras profesionales.

Con esta propuesta se apoyaría a la Marca España como formación, pero también como valores. Además de un modo sostenible puesto que segmenta esa formación y la enfoca. Pero sobre todo, porque prevé un mundo cambiante cada vez a mayor velocidad, con lo que favorece el intercambio de los profesionales y la universidad de un modo ágil dando respuesta a la sociedad.