El concepto de economía colaborativa nació en el año 2010, pero aunque el fenómeno existía con anterioridad, se dio a conocer así en Reino Unido. Se trata de una forma de consumo novedosa donde el uso prima por encima de la posesión, además de contar como denominación común con las nuevas tecnologías.

Esta novedosa forma de acceder a productos y servicios, y que tan en auge está hoy en día, también cuenta con una estrategia de marketing peculiar, como bien define Albert García Pujades, coordinador del Máster en Marketing Directo y Digital de UPF-IDEC.

A través de La Vanguardia, el experto desgrana las claves del marketing orientado a la ‘share economy’.

Son personas, ideas y organizaciones que tienen una causa para mejorar el mundo

-Las desigualdades perjudican ya que el objetivo, nada utópico, es que todo el mundo gane.

– Existen una serie de elementos como denominador común, como la compra de segunda mano, el pedir prestado o directamente compartir o el alquilar. Todo gracias a una sociedad conectada que reconsidera la idea de la propiedad.

– Las redes sociales y el entorno digital son el instrumento vital que genera confianza y mejora la eficiencia.

– La colaboración también se impone en negocios tradicionales, como algunos hoteles que adoptan esta práctica. Algunos lo llaman ‘coo-petencia’.

– La empresa que logre alinear el uso compartido con la transparencia y la generación de confianza puede llegar a cambiar la industria.

Se pasa del diseño de un producto o servicio al uso de datos

– El tiempo es más importante que el servicio. Es el principio básico de esta economía.

– Se busca la relación a largo plazo para acceder al beneficio, por lo que se pasa del producto al servicio.

– Existe un índice del producto colaborativo que se calcula en función de cuánto cuesta ese artículo y cuanto se usa.

– Se pasa de esconder el desarrollo de un producto a su democratización, lo que se conoce como la propiedad intelectual compartida (IP Sharing) o la Brand-API.

– Es fundamental ir recopilando las mejoras aportadas por el cliente para mejorar su experiencia, conocerlo mejor para poder personalizar y construir una relación con la detección continua de oportunidades.

Cuanto más se mejore un producto más potencial tendrá para compartirse

– Aquí entran de lleno las herramientas de analítica total, es decir, los datos transaccionales, los comportamentales, los de las redes sociales y los procedentes del Internet de las Cosas. Con esta información se fusiona la analítica digital con la base de datos de los clientes.

– Triunfan los productos y servicios que se localizan en el lugar y momento adecuado.

Trabajar en la creación de una comunidad orgánica de clientes que se base en la confianza

El marketing aplicado a la economía colaborativa.2

– Conectar con las comunidades que buscan aprovechar las multitudes, los colectivos o las cooperativas que co-crean, co-financian, co-construyen o co-distribuyen.

– Se pasa de la transacción a la colaboración, de las relaciones superficiales a las profundas, de la participación al compromiso, y de la comunicación a la conexión.

– Los usuarios ya no son prescriptores sino activistas. Se convierten en embajadores de marca.

– La clave es identificar oportunidades y construir confianza para crear interacción con el cliente. Para eso se deben identificar los cambios y adaptarse a tiempo real.

– El valor no lo aporta el negocio sino la confianza de los miembros de la red.

Las marcas funcionan como redes de relevancia

– Es necesario disponer de marcas abiertas con una reputación impecable, que desarrollen su moneda social con la que recompensar las retribuciones.

– Implicar a todos los actores, tanto internos como externos, en la cadena de relación, con un flujo de información desde diferentes puntos de contacto.

– El contenido se convierte en un valor añadido de gran utilidad, si es relevante y se contextualiza.

– Se pasa de un mensaje generalista a un contenido enfocado y alimentado por los propios clientes, sin interrupciones y que se encamine hacia una conversación personal.

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La Vanguardia

 

 

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