Este es el segundo y último artículo de la serie. En el anterior proponíamos que, entre las tecnologías que el ser humano ha desarrollado, hay tres que se diferencian del resto por ser intangibles, es decir: no tienen un soporte concreto sino que son un marco o código teórico que primeramente ayudan al hombre en su quehacer diario, pero poco a poco se van introduciendo en su modo de pensar hasta producir grandes y radicales transformaciones sociales.
Estas tres tecnologías intangibles (podría ser que hubiera más) son: la escritura, el dinero y la última en llegar que es el software.
Al igual que con las dos primeras, al principio hubo unos efectos visibles inmediatos y posteriormente hubo unas consecuencias de transformación radical de la sociedad, con el software es de esperar que suceda algo parecido.
En este segundo artículo vamos a estudiar cuáles son los efectos visibles del software, los pequeños indicios que son apreciables y medibles para poder intuir qué efectos actuales y futuros están ocultos y así aprovechar las oportunidades que nos brinda y controlar hacia dónde nos hará evolucionar como civilización.
Algunos efectos visibles e invisibiles del software
Por ejemplo analicemos el concepto de Formación: a través de una pequeña inversión en un pc y conexión a Internet, hoy se tiene acceso a todo el conocimiento, influencers, youtubers, tutoriales… Incluso, no hace falta ser un ingeniero informático para desarrollar programas y aplicaciones desde un garaje, todo ello sin estar en el mercado laboral convencional. Así pues, el efecto visible es que una inversión pequeña y que encima, debido a la obsolescencia del hardware, no parece rentable, sin embargo puede convertirte en un profesional reconocido y es mucho más económico que estudiar un grado universitario completo conforme a los planes de estudios oficiales… que no se sabe si serán útiles para las empresas del futuro.
Como consecuencia de este efecto visible, pueden aparecer unas consecuencias de gran alcance consistentes en la transformación del modelo de formación y del modelo universitario. Así que haríamos mal en minusvalorar estos signos sobre la formación.
Podríamos hacer análisis parecidos en campos como la música, el cine, la televisión, la fotografía, las compras, los viajes… ya han aparecido sus correspondientes efectos visibles, mensurables, tangibles y aparentemente con poca trascendencia, pero, una vez más, haríamos mal en no estudiar sus consecuencias futuras que plantean serias transformaciones en los modelos de negocio y en la cultura. Por ejemplo, hemos visto ya cómo ha cambiado la industria discográfica y cómo está explotando la música independiente, así que ¿qué pasará con la llegada de Netflix y sus consecuencias para con la televisión?
Futuro de cambios radicales
Hemos analizado efectos visibles del software y las consecuencias o efectos ocultos. Pero dado que estamos en los albores de esta tecnología, vamos a elucubrar qué cambios más profundos y radicales aún pueden acontecer que tiendan a cambiar verdaderamente nuestra civilización.
Parece que la visión de futuro debe pasar por las Smart Cities y el Internet de las Cosas. Ambos conceptos tienen la misma base: aplicar a cualquier cosa pequeños dispositivos de bajo consumo que tienen un chip y se pueden usar como sensores o activadores y que están conectados a la nube, la cual tiene una enorme capacidad de computación.
El ejemplo más avanzado está siendo compartir el coche. En Estados Unidos ya se están planteando los nuevos desarrollos urbanos basados en el cambio de cultura que han origiando este tipo de plataformas.
Los primeros efectos visibles fueron en relación a ahorrar en el transporte por parte del usuario y a sacar un rendimiento económico de la capacidad ociosa del automóvil por parte del propietario.
A partir de ahí ha habido otras consecuencias que no eran visible al principio: eliminación del factor humano en las reservas, menor demanda de la formación del conductor, aparición de nuevos modelos de mensajería…
A través del big data que produce el GPS del coche, se ha constatado que compartir viaje, bajo un control en la selección de conductores y la monitorización del trayecto, es fiable, seguro, económico, eficiente… con la correspondiente regulación por la administración.
Así que ha empezado a darse un cambio de cultura: ¿para qué quiero un coche si ya tengo un smartphone?. El plantear esta pregunta tiene unas consecuencias de cambios muy radicales, no sólo sobre la industria del automóvil, sino sobre el concepto de las urbanizaciones en extrarradios, los centros comerciales a las afueras… que estaban basados en la cultura del automóvil. Ahora toca repensar qué tipo de vías urbanas e interurbanas necesitaremos y cómo deben ser los crecimientos de las ciudades sin tantos coches que incluso serán autotripulados. Todo ello para aumentar la eficiencia y sostenibilidad de los recursos de las ciudades que cada vez van a albergar a más población.
Como se ha visto en este ejemplo ¿dónde nos puede llevar un pequeño y trivial cambio en la manera de pedir un taxi? Así pues, estemos atentos a signos de este tipo que ya están apareciendo en cualquier sector: drones, publicidad, educación , mensajería, hoteles… Todos estos impactos están siendo más que económicos, suponiendo profundas transformaciones sociales.
Estos cambios sociales profundos y radicales ya los habíamos visto cuando aparecieron las otras dos tecnologías intangibles como el dinero y la escritura.
Pero incluso, el software puede, como ya está haciendo de un modo incipiente, sustituir al dinero y a la escritura, ya que se está convirtiendo en su soporte.
Esta tecnología es irreversible, aunque a veces no nos demos cuenta, se va metiendo en nuestros hábitos y comportamientos hasta que forma parte de nuestra vida. Por lo tanto estemos atentos a las oportunidades que el software presente en cada momento para seguir evolucionando como civilización y controlando aquello en lo que vaya a devenir la especie humana.