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Respeto y responsabilidad, dos palabras que encierran mucho, dentro de la relación entre los individuos y en la definición de las reglas de convivencia de cada sociedad.

Pero se nos quedó pendiente hablar de la responsabilidad.

Responsabilidad: La definición de la RAE se refiere a ella como la “capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.

En este caso, sobre lo que quiero hablar es de su poco uso, o, como casi siempre, de su uso incorrecto.

En el contexto actual, como individuos, nos resulta muy habitual enfrentarnos a dos situaciones en lo que respecta a la responsabilidad:

  • Se nos responsabiliza de situaciones en las que nuestra parte porcentual en la solución del problema es ínfima. A modo de ejemplo, últimamente, podríamos hablar de la huella de carbono que deja de cada una de las acciones que realizamos. Es cierto que transmite una visión medible del impacto ecológico de todos nuestros actos, pero, desde mi punto de vista, no centra el foco en aquellos que son los verdaderos causantes y que deberían ser los que liderasen la solución al problema. Ello no significa que, a nivel individual, hagamos todo lo que esté de nuestra parte, sino que la solución global debe pasar por otros foros.
  • No se nos responsabiliza, por el contrario, de situaciones que nos afectan de manera individual, y sobre las que sí que tenemos, a través de nuestros actos, posibilidad de influir de manera directa.

Todo ello nos provoca una confusión un tanto extraña respecto al alcance de la responsabilidad, y choca con la percepción del término y la definición tan clara que tiene la RAE, tal y como hemos visto antes.

Platón habla de ella como “dar cuenta de las consecuencias concretas de sus acciones y decisiones ante los otros”, muy cercana a la definición que aparece recogida en nuestro diccionario. A todo ello, la teoría aristotélica añade la voluntariedad. Un acto voluntario es aquel que un individuo realiza espontáneamente, por oposición a los actos realizados a su pesar.

Pero, si el concepto resulta tan claro, ¿cuál es la razón por la que se apela a la responsabilidad para excusarnos de situaciones que caen bajo nuestra supervisión?

Desde mi punto de vista, en estos tiempos, existe una tendencia a asimilar la responsabilidad con la culpa, aunque son conceptos diferentes. La culpa hace referencia a una falta, mientras la responsabilidad nos conduce a la acción de hacerse cargo de algo. De manera práctica, el hecho de cargar la culpa sobre terceras personas traslada la responsabilidad sobre ellos.

Por tanto, la tendencia actual, de que la culpa se apropie del concepto de la responsabilidad puede hacer que se asocie únicamente a la parte más negativa de la interpretación del significado, y nos aleja de la importancia del término en su verdadero significado, así que, deberíamos tener cuidado con ello.

A modo de resumen, en estos dos artículos quería traer dos términos que, a mi parecer, son básicos en las relaciones sociales y que, de alguna manera, corren el peligro de que se queden asociados a la interpretación más negativa que se hace de su significado.

Sí que deberíamos tener claro que el respeto y la responsabilidad nos hacen mejores, tanto individualmente, como dentro de la sociedad, todo lo contrario de la culpa y la humillación, así que, de nosotros depende…

Por Alejandro Ribas, socio de ACFYD Análisis

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