La sociedad ficticia descrita por George Orwell en su conocida obra ‘1984’ se parece mucho a la real que vivimos en 2024. Va un repaso sucinto de sus ideas de entonces, seguidas de vivencias de hoy:
1. Policía del pensamiento
Al amparo de la libertad (retórica) se estrangula su uso mediante sistemas de represión o cancelación, de manera que a un pensamiento dirigido (valga la contradicción) siga un comportamiento uniformado (civil o militar). Llama la atención la tendencia a prohibir, así como el desprestigio de la moderación y del matiz. Simultáneamente, se aboga por encumbrar el deseo o la voluntad por encima del sentido común o la racionalidad. Ejemplo tan anecdótico como sintomático es la felicitación de una vicepresidenta del Gobierno el primer día de 2024: “Espero que este nuevo año convierta todos vuestros buenos deseos en derechos”.
2. La ignorancia es la fuerza
Sistemas educativos que reducen hábitos intelectuales, como la lectura, consiguen que las personas no sepan (a corto plazo), no piensen (a medio plazo) y apoyen (por anestesia) a políticos tóxicos. Una forma sutil de fomentar la ignorancia de lo importante es saturar con sobredosis de información irrelevante. Es como cuando algunas organizaciones alardean de comunicación porque envían innumerables mensajes o publican mucho contenido. No pocas veces las métricas formales ocultan las vaciedades fundamentales.
3. Decidir que algo no ha ocurrido
La realidad suele ser un estorbo para el fanatismo y, cuando contradice a la propia ideología, el recurso es la destrucción ideológica de los hechos. Como dice un veterano político socialista, las críticas que recibe por sus opiniones basadas en su edad (83) no son un argumento. En efecto, lo nuevo no es bueno por su novedad, sino por su bondad. Por eso las novedades pueden ser buenas… o no. De igual forma, si lo viejo es malo, será por su maldad, no por su antigüedad.
4. Quien controla el pasado controla el futuro
Ignorar el pasado lleva a falsificar el presente y envenenar el porvenir. Por eso hay que rechazar como incuestionables las premisas que son falsas, así como los ejercicios de memoria que por recordar lo de hace 50 años olvidan lo de hace 20. Además, como todo estereotipo es una simplificación, hay que estar aún más prevenidos cuando son falsos. La España soleada, taurina o futbolera es un estereotipo que puede gustar o no, pero es una simplificación cierta. La España como prototipo de actuación negativa en América, al margen de las preferencias de cada cual, es una simplificación falsa.
5. Reajustar lo anunciado a lo sucedido
Maquillar como cambio de opinión una afirmación que luego se niega puede aceptarse una vez y como excepción, no como regla. Una técnica muy empleada hoy es responder a una acusación con otra. La veracidad de la segunda no desactiva necesariamente la veracidad de la primera. Es más, otro recurso perverso consiste en defenderse de lo mayor con lo menor. A una corrupción de nivel 8 se contraataca con otra de nivel 3, de forma que la reiteración informativa de la menor, combinada con el silencio deliberado sobre la mayor, consigue extender la falsa percepción de la corrupción 3 como la más grave. Todo este proceso tiene su efecto persuasivo más amplio y profundo con la ignorancia inyectada por goteo.
6. Reducir el vocabulario limita el pensamiento
Podar un idioma lo empobrece porque le resta expresividad para los matices, tan esenciales en las realidades más entrañablemente humanas. Modo efectivo de reducir el vocabulario es no leer y, como consecuencia, no pensar. Algunos políticos ejemplifican bien su pobreza léxica, evidencia de deficiencias mayores. Esta carencia se disimula con declaraciones breves, a golpe de frase ingeniosa (y hueca) que caduca en menos de 24 horas. Sin embargo, queda al desnudo cuando les oyes hablar varios minutos y, más aún, cuando responden a preguntas pertinentes. Por eso temen ciertas entrevistas y huyen de debates. Otra técnica eficaz para distraer es justamente la contraria: inventar palabras innecesarias para desviar la atención (mientras escribo estas líneas el presidente del Gobierno acaba de lanzar una nueva).
7. Borrar el pasado, olvidar el borrado y mutar la mentira en verdad
Un modo de bloquear la memoria e impedir la reflexión consiste en resignificar de forma divertida algo trágico. Ejemplificación de ello son tres conocidos payasos que hacen las delicias de niños vascos: en sus espectáculos lúdicos y musicales se reclama la vuelta a casa de presos para que puedan reencontrarse con sus familias. Eso cuentan y es verdad. Pero esa verdad miente cuando omite otra verdad complementaria determinante: esos presos cumplen penas por asesinar o colaborar con asesinos (y, por cierto, mataron también a una veintena de niños y dejaron más de mil huérfanos).
8. Alterar los hechos y llamar descaradamente blanco a lo negro
Con la mayoría anestesiada, el siguiente paso es tildar de reaccionaria a la minoría despierta y mantenerse constante para seguir llamando blanco a lo negro. Quien se siente en minoría tiende a callarse, con independencia de que sus argumentos sean razonables. Si se cronifica, esta asimetría fragua con apariencia de superioridad y, llevada al extremo, borra del mapa, por considerarlo aberrante, el color contrario al propio.
9. Se necesitan ciudadanos crédulos y con miedo.
La perversión del lenguaje es más efectiva y cala en las masas cuando se identifica un elemento al que señalar como peligro grave, real o no, ya sea un partido opositor o una amenaza externa. La emoción del miedo, tan útil a veces, puede inducirse individual y colectivamente. La buena noticia es que, si las personas piensan, identifican cuándo el miedo es justificado y cuándo no.
10. El poder como FIN
Alcanzar el poder y mantenerlo justifica cualquier medio en dictaduras lejanas y en democracias cercanas. Quizá hay que cambiar la conocida frase y, como sugieren algunos, formularla a la inversa: hacer de la virtud necesidad.
Por Enrique Sueiro, asesor de comunicación directiva y autor de ‘Mentiras creíbles y verdades exageradas: 500 años de Leyenda Negra’ www.enriquesueiro.com