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El cambio no es lineal

A nivel personal, organizacional y social, la vida está llena de altibajos. La sucesión de momentos expansivos y recesivos, de fases de crecimiento y de retroceso, define la trayectoria de todos. No es una característica de los perdedores o de los proyectos fallidos. Hasta las historias de mayor éxito, analizadas con detalle, incluyen episodios imprevistos, sucesos adversos e incluso fracasos sonados. Lo importante es que cada experiencia vivida nos aporte valor, ya sea por los beneficios que obtenemos, o por el aprendizaje que extraemos de ellas. El peor escenario es que nuestros días se vean llenos de sucesos irrelevantes o anodinos. Las biografías más lineales son las que con frecuencia pasan al olvido.

El cambio es neutro

Sin embargo, conviene ser cuidadosos con las expectativas. La búsqueda de nuevas experiencias y la legitima ambición nos pueden llevar a embarcarnos en proyectos que no necesariamente mejoran la situación de partida. El hecho de cambiar, por sí solo, es neutro desde el punto de vista valorativo. Podemos cambiar a mejor, y a peor. Por eso, la primera pregunta que nos debemos formular ante un proceso de cambio es: ¿qué beneficios me aporta, de qué modo este cambio contribuye a la consecución de los objetivos personales y profesionales que nos hemos marcado?

El cambio es reversible

Hay un lugar común cuando nos referimos a los cambios. Consiste en decir que vienen para quedarse. Muchas veces es cierto, pero no siempre. Hay cambios sin marcha atrás, mientras que otros se muestran endebles cuando cesan las circunstancias que los provocaron. Típicamente, los cambios son reversibles cuando se dan alguna de las siguientes condiciones:

  • Cambios promovidos sin consenso, desde posiciones de poder débiles o con apoyos efímeros. Es frecuente en el ámbito de la política: reformas que duran una legislatura, y que dan origen a nuevas reformas tras un proceso de alternancia. Lamentablemente, este tipo de cambios impiden el desarrollo de políticas públicas en asuntos que, tal vez, requerirían un impulso sostenido a lo largo de muchos años. También ocurre en empresas, en las que un liderazgo personalista deja una impronta que se borra cuando la persona que concentró el poder es removida.
  • Cambios afrontados por necesidad, no por convicción. Cuando las circunstancias nos obligan a modificar procedimientos, estrategias de negocio, estructuras de costes, etc., podemos mantener una añoranza de tiempos pasados, de forma que al llegar nuevos tiempos de bonanza recuperamos nuestros antiguos hábitos.

Un ejemplo práctico: el teletrabajo y la formación online

Durante los años 2020 y 2021, con ocasión de la pandemia y las restricciones a la movilidad, soluciones como el teletrabajo y la formación online experimentaron un fuerte auge. Muchos recurrimos entonces a la famosa frase: “estos cambios vienen para quedarse”. El tiempo está desmintiendo parcialmente nuestro vaticinio. En cuanto las circunstancias lo permitieron, se observó una vuelta más rápida de lo previsto al puesto de trabajo y al aula. Surge la inquietante sospecha de que esos cambios fueron aceptados por necesidad, pero no llegaron a arraigar en algunas personas.

Las fuerzas de retorno proceden tanto de las organizaciones como de sus empleados o alumnos. Pensemos primero en el teletrabajo. En apariencia, es una fórmula que redunda en beneficio de todos. Las organizaciones pueden redimensionar los espacios físicos de trabajo y reducir sus costes fijos. Por otra parte, refuerzan una cultura de los resultados sobre la presencia: al no estar físicamente en el centro de trabajo, el empleado pone de manifiesto el valor que agrega a través de indicadores de desempeño, no por la hora de salida. Para los empleados las ventajas son también evidentes: reducción del tiempo (y costes asociados) de desplazamientos, mejora en la conciliación de la vida personal con la laboral, más flexibilidad en la organización de su tiempo.

Sin embargo, hay apegos a la situación pasada que reaparecen con fuerza al cesar las causas que provocaron el cambio. Por parte de las organizaciones, algunos supervisores con estilos directivos todavía muy arraigados necesitan ver físicamente a sus empleados. En cuanto detectan la menor caída en los niveles de desempeño lo atribuyen a la relajación que supone el nuevo modo de trabajo, y prefieren volver a lo seguro. Por parte de algunos empleados, el hecho de separar de forma neta si trabajo y su vida personal es un objetivo que se consigue mejor si desarrollan cada actividad en un lugar diferente. Además, trabajar lejos de la sede de su empresa les hace perder visibilidad y reduce sus expectativas de desarrollo de carrera.

¿Aula física o virtual?

Encontramos una situación similar en el caso de la formación. El recurso a la tecnología permite una transferencia de conocimiento más amplia y efectiva. La formación online rompe la rigidez que había condicionado durante siglos los procesos de aprendizaje: la comparecencia simultánea del que ofrece conocimiento y de quienes lo demandan, en un mismo espacio. ¿Son todo ventajas? Encontramos de nuevo las fuerzas de retorno, que impiden una consolidación de los cambios e incluso un cierto retroceso.

Para muchos formadores, por ejemplo, el nuevo escenario les resulta incómodo, por diferentes razones:

  • Han desarrollado sus competencias y metodologías en un entorno presencial.
  • Cuando tienen a los alumnos cerca, adquieren una mayor sensación de control. Reciben señales, enviadas a través de sus comentarios o del lenguaje no verbal, que permiten al profesor identificar el grado de atención o de interés que está suscitando.

Para algunos alumnos:

  • El hecho de desplazarse al aula física durante unas horas puede condicionar aspectos de su vida y de su trabajo. Sin embargo, planifican mejor su tiempo. Prefieren acotar la formación en horarios definidos con precisión. La formación online introduce para estas personas una mayor complejidad pues hay tareas del proceso formativo que deben ser realizadas fuera del aula, en un momento del que nunca disponemos.

En el aula física me distraigo menos. Centrar la atención en una pantalla, donde constantemente aparecen mensajes emergentes, es más difícil. Además, si estoy en aula, generalmente mi jefe y mis compañeros me respectan. Sin embargo, si estoy en el aula es virtual y sigo el curso desde mi mesa, muchos se sienten legitimados para presentar una consulta, formular una pregunta, etc.

Cambios sostenibles

A pesar de todo, hay señales positivas. Es cierto que los cambios vividos durante la pandemia se han mostrado más frágiles de lo que pensábamos, pero aprovechemos al menos los cambios más intensos e instructivos que hemos vivido en momentos de dificultad. Son muchos también los que han abrazado estos cambios no solo por necesidad, sino también por convicción.

José Aguilar, Socio Director de Mindvalue

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