Solo aprendemos y crecemos cuando escuchamos… y leer es una forma de escuchar. Se cuenta que Max Reinhardt, cuando tenía algo que decir a sus actores en los ensayos, se acercaba a ellos y les susurraba al oído. Si el intérprete discrepaba, el director escuchaba y ambos ensayaban el tiempo preciso hasta que uno convenciera al otro. Si el actor le persuadía, Reinhardt reproducía lo que el artista deseaba interpretar, pero con tal implicación que al interesado le resultaba más convincente que la suya propia.
Este modo de escuchar entrañablemente humano inyecta liderazgo auténtico en el ámbito directivo. Si escuchamos bien, dirigimos mejor. Mandar adecuadamente predispone a obedecer con gusto. No es casualidad que este verbo proceda del latín ob-audire, traducible como saber escuchar.
Enrique Sueiro analiza la importancia de escuchar para creer y crecer en los entornos directivos. 'Este modo de escuchar entrañablemente humano inyecta liderazgo auténtico en el ámbito directivo. Si escuchamos bien, dirigimos mejor. Mandar… Clic para tuitear5 sentidos y 5 sensibilidades
Aspiro a que el management más humano armonice cinco sentidos y cinco sensibilidades: escuchar con vista, hablar con tacto, decidir con olfato, observar con oído y elegir con gusto. De todas ellas, la escucha merece prioridad, a tenor del protagonismo que le conceden desde la más pretérita tradición judeocristiana hasta autores contemporáneos como Peter Drucker o Javier Fernández Aguado.
Llama la atención que los libros más antiguos de la Biblia repitan la expresión “escucha, Israel”. O que cuando Yahvé anima a Salomón a pedir lo que más desee, el rey solicite “un corazón prudente para juzgar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y lo malo”.
Aleccionadora para la comunicación es una de las oraciones compuestas por un santo y sabio del siglo XIII, Tomás de Aquino. Su conocido himno Adorote devote, dirigido a Dios en la eucaristía, contiene sugerentes aplicaciones directivas. Empieza invocando a “latens Deitas” o Dios escondido, que se asemeja a líderes discretos que no necesitan alardear, hablar o exponerse para ejercer como tales. Margaret Thatcher sentenciaba que “lo de tener poder es como lo de ser una señora. Si tienes que recordárselo a la gente, malo”.
El texto del filósofo medieval continúa con referencias a los sentidos. “Visus, tactus, gustus in te falitur, sed auditu solo tuto creditur”: al juzgar de ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza. Cuántos líderes políticos y empresariales, proxenetas de la palabra, apoyan su poder en discursos ayunos de credibilidad.
Prostituir el lenguaje dinamita la confianza
Prostituir el lenguaje al disociarlo de la verdad dinamita un valor crucial para dirigir personas y organizaciones, la confianza. Por algo esta palabra procede de cum-fiducia, con fe o garantía. De ahí que hablar mucho no sea positivo, sobre todo, cuando lo verbalizado contradice lo ejecutado.
Ver para creer es fácil. Una reacción primaria es que, si no lo veo, no lo creo: actitud recomendable para chequear la fiabilidad de líderes que suscitan sospecha. Un avance es escuchar para creer y crecer. Cuando hay confianza, la reacción deseable es: si no lo creo, no lo veo.
Por, Enrique Sueiro es asesor de comunicación directiva y autor de ‘Brújula directiva: 25 horizontes’