compromiso empresarial.1

Cuando Juan, con apenas catorce años de vida, decidió que quería entregarse a la medicina, la única consideración que revoloteaba por su mente de niño se plasmaba en el anhelo sincero de brindar servicio a los demás.

Más tarde, en la facultad, se formó en los aspectos técnicos de su particular especialidad pero jamás en la ética de privarse de un merecido descanso para sanar una vida (se daba por descontado). El ambiente, a modo de contrato psicológico, se mostraba impregnado de sentido (por sabido, de inmerecida reflexión). El paciente y su vida, aunque no tratados formalmente, se anunciaban como el eje vertebrador de todo cuanto allí se hacía.

Por las mañanas, y de camino a clase, su “mochila emocional” rebosaba  de compromiso y deseos de ayuda por los demás. El tiempo y su esfuerzo, con su paso y experiencia, propiciaron un crecimiento exponencial de saberes; por el contrario, su compromiso permaneció inmutable.

Socorrer a otros, sigue siendo su anhelo y esperanza. No importa el lugar en el que se desempeñe; su labor, moviéndose al son de las circunstancias que definan la salud de sus pacientes, se seguirá mostrando hermosamente comprometida con el prójimo.

El compromiso con la vida de sus semejantes, viniendo de serie, nació mucho antes de que se iniciara en sus estudios habilitadores de profesión.

El compromiso ¿Por qué en algunas empresas parece garantizado y en otras un imposible?En la mayoría de los casos en que el desempeño se plasma vocacional,  la actitud comprometida se incorpora de serie. Actitud,  que no quedará calificada tanto por el cometido en sí como por el motivo por el que la persona se acerca a él. Así, cuando el reclamo por la medicina se concrete único y en forma  de interés económico,  se mostrará relegada a lo puramente crematístico.

Si bien no se podría afirmar que una persona, por el mero hecho de ejercer la medicina, sea comprometida, sí parece acertado pensar que existe un porcentaje altísimo de médicos que lo portan de “serie”; y con ellos, los religiosos, el voluntariado, los militares…

El mundo empresarial (y político), también se vale de otro tipo de enfoques en los que la impronta inicial se inscribe en labores que no hacen del cliente el centro de un universo de trascendencia. No es el individuo, en cuanto a persona, el objeto de sus desvelos, sino en atención a su potencial  como comprador, productor o votante.

Siendo así, y sustituida la trascendencia misma del cometido por el puro interés económico o político, el compromiso con los demás deviene en una rara avis. Aunque,  sensu contrario, tampoco se pudiera afirmar que una persona por el mero hecho de emplearse en una cadena de producción, en un departamento comercial, financiero o de personal, sea poco comprometida, sí que podría darse la circunstancia de que, en  la particular singularidad de cada cual, presentara (de serie también) mimbres al respecto -sabia y pacientemente engarzados en su entorno familiar-.

Emplearse contra una hoja de cálculo, máquina o cliente en cuanto a potencial comprador que no persona, se mostrarían como empeños  de lo más tangencial en relación a la expresión  de una actitud comprometida se refiere.

El compromiso, de una u otra forma,  se acaba traduciendo  como un bien de  presencia más bien escasa y remota. Así como en los ambientes que orbitan alrededor de la medicina o del voluntariado, entre otros, parece asegurado con carácter previo, son mayoría las ocasiones de la actividad empresarial o política en las que  ni siquiera se le supone.