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Cuando los paquetes de Amazon llegan a su destino, han recorrido una larga ruta que empieza en centros logísticos como el de Illescas, en Toledo, desde el que cientos de miles de productos salen todos los días para dirigirse al territorio central de la península -300.000 de media al día y un máximo de 670.000 en momentos de alta actividad-, un proceso en el que trabajan miles de robots y personas. ABC explica que ha visitado este macrocentro para seguir desde dentro cómo se prepara el gigante tecnológico para los días de mayor actividad como el ‘Prime Day’ que se celebra el 11 y 12 de julio.

Fuentes de Amazon aseguran, según recoge ABC, que el año pasado sus usuarios ahorraron más de 1.700 millones de dólares (unos 1.560 millones de euros al cambio actual), más que en ningún otro ‘Prime Day’ anterior, comprando 300 millones de artículos en todo el mundo durante el ‘Prime Day’ 2022, y se espera que este año «se vuelva a llegar a máximos históricos».

En campañas de gran actividad como esta, nada se deja al azar. En los almacenes, explica ABC, se percibe la informatización y robotización del centro, que cuenta con 1.500 personas, 3.000 robots, 18.000 estanterías y capacidad para 20 millones de productos. La superficie que ocupa es mastodóntica; por ponerlo en contexto, repartidos en cuatro plantas, cuenta con 180.000 metros cuadrados, alrededor de 1,5 veces el Santiago Bernabéu. Lo curioso de estos almacenes está en el cómo es el viaje de los paquetes, que recorren dos kilómetros dentro de la nave antes de transportarse, donde desde el primer ‘click’ del cliente todo está registrado en el sistema.

En concreto, el viaje de estos artículos empieza con su entrada en los grandes almacenes y pueden haber sido producidos por proveedores o ser artículos propios de Amazon. La responsable de operaciones del centro, María del Carmen Veuthey, explica que en torno al 60% de lo que importan a través de proveedores procede de pequeñas y medianas empresas. En nuestro país existen cuatro centros como el de Illescas, y los fabricantes eligen el almacén al que quieren llevar su mercancía y lo hacen normalmente por cercanía para así sacar el máximo partido a los costes de transporte.

Por su parte, para los productos que se venden en el centro del país, pero sus manufactureros se encuentran a cientos de kilómetros, la empresa utiliza unas cajas que denominan como ‘totes’, envases de plástico en los que los artículos viajan sin ser empaquetados.

Posteriormente, una vez que están localizados en el centro, los empleados revisan todos aquellos artículos que no han sido fabricados por Amazon para hacer la comprobación de calidad. Si cumplen con los requisitos, los productos siguen su curso natural y pasan a la siguiente fase; en el caso contrario, los trabajadores reportan el error y la empresa habla con el fabricante.

Tras pasar la revisión, la mercancía aparece en la web y los consumidores pueden comprarla. Esta, antes de llegar a las casas, pasará de media unas dos horas dentro del centro, para luego ser enviada en los camiones de reparto. Lo que sigue es una evolución normal en un centro logístico: los productos se almacenan en estanterías, y una vez aparece un comprador se empaquetan, etiquetan y se cargan en los camiones.

Cabe destacar que la zona de estanterías está robotizada, por lo que el tratamiento que reciben los artículos está totalmente informatizado; miles de máquinas trabajando para que nada falle. Los armarios en los que se almacenan se mueven de forma autónoma por la planta y se dirigen a los empleados con el producto que estos necesitan. Para que todo funcione sin incidencias, los empleados tienen que pasar los productos por lectores y cámaras. Asimismo, tienen que utilizar movimientos específicos, que son indicados con pantallas en sus puestos de trabajo. Estas también recomiendan a los trabajadores que realicen unos segundos de estiramientos, calentamientos y ejercicios de respiración, por cada hora que trabajen.

Fuente: abc.es