En un mundo donde la preocupación por el medio ambiente y la responsabilidad social empresarial ocupan un lugar central en la conciencia colectiva, las empresas deben adaptarse y evolucionar cada día. En este contexto, el concepto de economía circular y el comercio sostenible se han convertido en piedras angulares para una gestión empresarial responsable y consciente de los desafíos globales, en especial, en el ámbito del comercio electrónico. Aunque en sus inicios la inmediatez de este modelo dio lugar a prácticas poco sostenibles, cada vez ven la luz más ecommerce que abanderan una transformación profunda del sector hacia un sistema más respetuoso y comprometido con los cambios que exige la sociedad y los propios consumidores.  Así, las empresas debemos desmarcarnos para convertirnos en un ejemplo inspirador de cómo la economía circular y el comercio sostenible pueden ir de la mano para crear un impacto positivo en la sociedad y, en especial, en el planeta.

Es sabido que la economía circular es un concepto que persigue la ruptura directa con el modelo lineal tradicional de «tomar, hacer y desechar» y que, al mismo tiempo, busca promover la reutilización, reciclaje y regeneración de productos y recursos. En el mundo del comercio electrónico, esto se traduce en la reducción del desperdicio y la maximización de la vida útil de los productos a través de algunas estrategias como la reutilización de materiales de embalaje, los estudios para la prevención o la reparación de productos electrónicos para minimizar su huella ambiental, entre otras. 

No obstante, yendo más allá de la mera reducción de residuos, las empresas del sector, entre ellas nosotros, Bene Bono, también se han comprometido con el comercio sostenible. La elección de proveedores y productos respetuosos con el medio ambiente es una prioridad, así como la promoción de prácticas justas y éticas en toda la cadena de suministro. Esta inversión en sostenibilidad no solo beneficia al planeta, sino que también crea un valor social importante al apoyar a comunidades locales y promover una mayor equidad en el sector.

La buena noticia es que se están dando pasos importantes en la dirección correcta. Gobiernos y legisladores de todo el mundo están reconociendo la importancia de la sostenibilidad empresarial y están implementando leyes y regulaciones que promueven la economía circular y el comercio sostenible. Tanto es así, que, en España, el Gobierno acaba de retomar el proyecto de ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario que se paralizó con la convocatoria de nuevas elecciones en julio de 2022. 

Sven Ripoche, co-fundador y CMO de Bene Bono 

Así, la aprobación de esta norma supone un hito muy importante para las empresas ya que, en su entrada en vigor en enero de 2025, obligará a todos los actores del sector primario a disponer de un plan de prevención con medidas concretas al respecto. Además, establece una guía de buenas prácticas como incentivar la venta de productos considerados “imperfectos”, así como de productos de temporada, proximidad o de agricultura ecológica, como los que nosotros comercializamos en Bene Bono. 

Esta aprobación coincide con la regulación que también está preparando la Unión Europea (UE), que trabaja en un reglamento de residuos que permita la reducción para 2030 del desperdicio alimentario del 10 % en la industria y del 30 % en el comercio minorista, la restauración y los hogares.

Al hilo de esta cuestión, es importante destacar el gran papel que juega el sector ecommerce con la sostenibilidad y con la lucha contra el desperdicio alimentario, además de su capacidad para impulsar la educación y la sensibilización de la ciudadanía sobre el valor de los alimentos y la importancia de evitar su desperdicio.

En España, los alimentos que se desperdician con más frecuencia son las frutas, verduras y hortalizas, pan fresco, leche líquida y lácteos derivados. Según los datos más recientes, en 2020 se desperdiciaron 1.364 millones de kilos de alimentos en el país, una cifra ligeramente superior al año anterior. Sin embargo, en 2021, cada español tiró de media a la basura 28,21 kilos/litros de alimentos, lo que supone la cifra más baja de los últimos cinco años y 2,72 kilos/litros menos que en 2020. En la temporada de primavera y verano de 2020, se desperdiciaron hasta 650 millones de kilos de alimentos. Además, y centrando más el punto de mira sobre la conciencia de este problema, se ha sabido que la franja de edad de personas entre 50 y 64 años es donde se concentra el mayor porcentaje de productos alimentarios desperdiciados cada temporada. Mostrando datos más actualizados todavía, según el Informe del Desperdicio Alimentario en España, los españoles desperdiciaron en total 1.201,92 millones de kilos o litros en el año 2022, lo que supone un descenso del 6,2 % respecto al año 2021. Es decir, podemos observar que existe una tendencia a reducir esta cuestión tan preocupante, aunque si bien continuamos muy lejos de cifras saludables y responsables. 

Como decíamos, los datos que aportamos muestran la magnitud del problema del desperdicio alimentario en España y la necesidad de tomar medidas para reducirlo. Es un llamado a la acción para todos: consumidores, empresas y gobiernos deben trabajar juntos para minimizar el desperdicio de alimentos y promover una cultura de consumo responsable. 

Así, es necesario que las empresas implementen políticas de gestión de residuos alimentarios y apuesten por colaborar con otras que salven productos del desperdicio alimentario, dándoles una segunda vida y contribuyendo a evitar el malgasto innecesario de millones de toneladas al año. Es imprescindible para concienciar sobre este problema contar con el poder de influencia que poseen las empresas, no solo a nivel mediático y con otras compañías, sino también dentro de su propio núcleo, donde empleados, directivos o colaboradores deben encontrar a su disposición herramientas educativas y conductuales para aprender cómo desempeñar un papel responsable y sostenible tanto en el trabajo como en sus casas. 

De esta manera, consideramos que, para hacer frente al desafío que supone el desecho y malgasto de comida, no queda más remedio que adoptar una estrategia integral que involucre a todos los agentes de la cadena alimentaria, desde los productores hasta los consumidores, pasando por los distribuidores, los transformadores, los comercializadores y los gestores de residuos. Asimismo, es imprescindible sensibilizar a la población, como ya decíamos, sobre la importancia de reducir el desperdicio de alimentos y fomentar hábitos de consumo responsable, sostenible y saludable.

Un ejemplo de cómo las empresas pueden unirse para hacer una diferencia positiva en nuestro mundo lo encontramos en la iniciativa “Alimentos sin Desperdicio”, liderada por la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC). Es proyecto representa un esfuerzo conjunto de más de 800 empresas de gran consumo que se han unido para formar una comunidad comprometida con la sostenibilidad y la eficiencia en el uso de los recursos con el objetivo de reducir el desperdicio alimentario, apostar por el comercio sostenible y promocionar un uso más eficiente de los recursos en toda la cadena de valor de los alimentos.

En resumen, la economía circular y el comercio sostenible son elementos cruciales en la evolución del comercio electrónico y la gestión empresarial, desde lo particular a lo general. Y viceversa. La lucha contra el desperdicio alimentario y la aprobación de leyes que promuevan la sostenibilidad son pasos que nos hacen avanzar en este sentido, hacia un mundo donde las empresas no solo generen beneficios económicos, sino que también contribuyan al bienestar social y medioambiental de forma real y concreta. Es responsabilidad de cada empresa asumir este desafío y abrazar la sostenibilidad como una parte integral de su ADN corporativo. La recompensa no solo es un planeta más sostenible, sino también un negocio más fuerte y respetuoso a largo plazo, así como atractivo para los consumidores.

Por Sven Ripoche, co-fundador y CMO de Bene Bono

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