En el sector bancario se presenta un futuro con muchas oportunidades, ya que la tecnología es hoy uno de los grandes aliados del consumidor financiero, aunque también un riesgo por la concentración bancaria que supone, y la consecuente limitación de la competencia.
Como indican datos de Eurostat, el año pasado un 39% de los usuarios españoles de entre 16 y 74 años utilizaron Internet para gestionar su actividad bancaria, es decir, que a diario más de 13 millones de personas en España son usuarios diarios de la banca online. Esta cifra nos sitúa por detrás de Francia y Reino Unido, con un 58% y 51% respectivamente, y delante de Italia y Portugal, con un 28% en ambos países. Este panorama deja claro que existe mucho margen de mejora en el uso de nuevas tecnologías en este sector, que en el tercer trimestre de 2015 disponía de 31.356 sucursales.
Con cada vez menos puntos físicos de atención personalizada y el desarrollo constante de la tecnología, junto con un mayor uso de la red para temas financieros, la banca digital queda en una jugosa posición de cara a un futuro próximo.
En este escenario también se encuentran los bancos más tradicionales, que tanto por sus procesos como por la imposición de algunos de sus directivos dificultan el proceso de transformación digital. Además la actual regulación bancaria dificulta la entrada de nuevos operadores en el sector, aunque probablemente las nuevas tecnologías terminen aplicándose a la banca en poco tiempo.
Así lo explica la investigación ‘La transformación digital de la banca española’, del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), que permite perfilar el futuro que nos espera a los clientes bancarios.
Hoy en día, muchos de los intereses de los bancos chocan con la realidad, ya que todavía son numerosas las entidades que continúan en en el ecosistema de ‘venta de productos y servicios’, cuando estamos inmersos de pleno en la cuarta revolución digital.
Los beneficios de la nueva banca
La transformación digital trae consigo la posibilidad de contratar los productos desde cualquier dispositivo sin presencia humana, por lo que para suplir ese asesoramiento se acude a sistemas de información automatizada. Se tratan de ‘robots’ que gestionan las inversiones de los clientes, y que serán apoyados por el componente humano como valor añadido cuando la tecnología no alcance a dar cobertura a ese servicio.
Los clientes tendrán la oportunidad de disponer de información global, donde habrá recomendaciones personalizadas y adaptadas en tiempo real. Se verán casos como pueden ser que el usuario se encuentre navegando por la red buscando electrodomésticos para reformar la cocina, y que la entidad financiera le comunique que tiene un crédito concedido para dichos artículos.
Por la presión que irán ejerciendo los clientes, la regulación y los supervisores se pondrán al día, y será posible tener cuenta corriente en una entidad y moverla a otra sin necesidad de cambiar la numeración. Un traspaso automático de todas las domiciliaciones y productos, al igual que se podrá hacer con la hipoteca, el crédito o los fondos de inversión.
Aunque haya bancos que siguen pensando en ello sin inmiscuir sus procesos, la banca digital hace tiempo que ya está en la mente del consumidor, por lo que al final, el cliente ‘no será de un banco, sino que el banco pertenecerá al cliente’.
Ver noticia completa