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Casi a diario, no dejamos de escuchar en los medios de comunicación como los dirigentes políticos ponen, cada vez más, el foco en la sostenibilidad, hacer las ciudades más verdes y habitables, en garantizar la calidad de vida de las mismas y en detener su masificación. Para ello, oímos propuestas como las “súpermanzanas” de Barcelona, que buscan generar más espacios verdes y peatonales en las calles, o la recientemente aprobada Ley de Movilidad Sostenible, que incluye una medida para restringir la circulación: cobrar una tasa para acceder al núcleo urbano de las ciudades.

Sin embargo, todas estas medidas se centran en limitar y promover el desuso de los coches que ya se encuentran en circulación. Ahora mismo, hay 32 millones de automóviles en España que pasan el 95% del tiempo aparcados. La solución pasa por comprender esta realidad y tratar de darles un uso sostenible y eficiente a tantos millones de “estatuas de metal”: hay que descongestionar las ciudades de coches aparcados.

Ahora mismo, hacerse con un vehículo de primera mano para satisfacer las necesidades personales de movilidad es la opción menos lógica. Además del olor a coche nuevo y el brillo de la chapa, el comprador se lleva también la depreciación de casi el 20% en el primer año de uso, el coste del seguro más alto que nunca por la subida del IPC y la contribución a que haya todavía más coches estacionados saturando las vías. Por estos motivos, debemos aprovechar los recursos que ya existen en su vida útil. En España, contamos con más de 500 coches por cada 1.000 habitantes, una cifra que deja ver que la solución no pasa ni por hacer que cada persona tenga un vehículo propio ni por ignorar la existencia de los que ya copan las calles. 

Para contribuir con la movilidad sostenible, resulta fundamental no prolongar innecesariamente la vida de los automóviles. Debemos hacer accesible el uso del vehículo compartido y dejar de centrar nuestras energías en adquirir nuevos coches en propiedad o en alargar la vida útil de los obsoletos, dado que España cuenta con una de las edades medias de vehículos más envejecidas de Europa: 13,5 años por turismo.

En un presente marcado por la concienciación social y los hábitos de consumo cambiantes, hay que contar con plataformas como Amovens que ofrecen un acceso a la movilidad en que las personas eligen como desplazarse siendo consecuentes con sus necesidades personales y sus valores medioambientales. En línea con esto, resulta fundamental que los políticos entiendan y fomenten la importancia del coche compartido. Evitar la adquisición de nuevos turismos implica que, progresivamente, las calles van a estar más despejadas de estos estorbos y que el espacio va a poder reconvertirse en las zonas verdes que los dirigentes buscan a través de medidas que a menudo son calificadas como abusivas o cortoplacistas.

En estos últimos años, el 29,70% de los coches en España no pueden moverse por las zonas de bajas emisiones y ello no ha solucionado el problema. Los turismos más contaminantes siguen impactando en el entorno pero en el extrarradio de los núcleos urbanos. Si queremos solucionar este problema de un modo efectivo, no debemos imponer, se trata de facilitar y de acercar la movilidad sostenible para estimular su impacto positivo en la sociedad.

Estas facilidades pasan por comprender lo que tenemos y tratar de explotar las virtudes de los recursos que ya hemos generado. No significa limitarnos a los coches eléctricos, significa aprovechar los que ya tenemos y distribuir su vida útil del modo más eficiente posible. Podemos sacarle más partido a nuestro coche y a nuestra ciudad. 

El hecho de que las grandes capitales europeas estén apostando por el transporte público refleja la importancia de colectivizar nuestra forma de desplazarnos. Ya sea en el autobús municipal o en el coche de un vecino, debemos tener claro que la solución está en compartir nuestros medios, debemos movernos juntos y en la misma dirección, por el bien del planeta.

Si las mayores virtudes del transporte privado son la independencia y la autonomía, debemos trabajar para trasladar esas ventajas a la movilidad sostenible. Nuestro entorno no mejorará por las facilidades que puedan poner los bancos para la compra masiva de nuevos turismos, lo hará si nos alineamos para hacer que “sencillo” y “sostenible” sean sinónimos. La sostenibilidad del mañana dependerá de lo accesible que la hagamos hoy.

Este 2022, tras la vuelta a la normalidad, ciudades como Barcelona volvieron a incumplir el límite legal de emisiones. La contaminación se cobra 6.000 vidas al año entre Madrid y la ciudad condal, y los desplazamientos en coche son causantes del 50% de estas muertes por el dióxido de carbono emitido. Con pequeños gestos, como poner nuestros recursos en común, podemos salvar muchas de ellas y apostar por un futuro más limpio.

Un ejemplo práctico: en torno al 64% de los españoles se desplazan diariamente con su vehículo privado hacía su trabajo. Seguramente buena parte de ellos no lleva a nadie más en el coche y, a través de plataformas de movilidad sostenible, podrían compartir sus viajes y así ayudar a cuidar el planeta. Con esta sencilla decisión, la mayoría de la población reduciría su huella ecológica, ahorraría sus propios recursos y seguramente se llevaría una conversación agradable con un nuevo copiloto.

Países como Francia son conscientes de esta batería de ventajas y le han plantado cara al coche privado con un plan de 150 millones de euros. El gobierno de Macrón dotará de 100 euros a todos aquellos conductores que se den de alta en plataformas para compartir vehículos y prevé una ayuda de 50 millones de euros a las regiones que estimulen el coche compartido mediante otros incentivos económicos. La apuesta por la movilidad compartida ya se refleja en el paisaje urbano de muchas ciudades. Los espacios para carpooling, donde la gente puede esperar a su conductor o practicar autoestop, han recibido una inyección de otros 50 millones de euros por parte del ejecutivo francés, que también invierte en carriles VAO para quienes amorticen, al menos, 3 plazas de su turismo.

Las posibilidades y los caminos son muchos, pero el objetivo es claro y factible: una movilidad sostenible, que respete a las personas y al entorno. El ser humano ha producido por encima de sus posibilidades y debemos centrar nuestros esfuerzos en darle salida a todo el excedente que tenemos aparcado en las vías en lugar de seguir fomentando la compra descontrolada de vehículos. 

Invito a hacer este ejercicio: bajar a la calle y mirar los coches aparcados. Bajar al día siguiente y comprobar cómo al menos la mitad son los mismos coches que siguen aparcados en el mismo lugar. Nadie los ha movido y la conclusión es clara: sobran automóviles.

Por Alberto Bajjali, CEO de Amovens

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