Surfeamos por encrucijadas convulsas en lo social, lo económico, lo político, lo religioso… Entre las incertidumbres se cuenta la acumulación de directivos y políticos indocumentados, psicópatas ofuscados obcecadamente por mantenerse en el poder a cualquier precio. Incluido el de su dignidad y, ¡por supuesto!, la ruina financiera y cultural de los países y entidades que timonean. Bastantes viven inmersos en un concurso para verificar quién alcanza mayor nivel de mediocridad mental y de ostentación superflua. Padecemos en un cosmos repleto de pedros, pablos, andrés manueles, franciscos, yolandas, óscares, adrianas, nadias, en fin, que generan vergüenza ajena.
En 2000 años liderando equipos (KOLIMA, 2020) analicé personajes e iniciativas de los últimos 20 siglos que pueden ser objeto de detenido estudio, pues con sus comportamientos muestran lo que debe o no hacerse para emprender, motivar y comprometer a otras personas. Especifiqué en mi estudio que -al igual que hacían los griegos- procuro no juzgar nada ni nadie antes de que se haya muerto y haya pasado mucho tiempo. Sin embargo, ante los regüeldos insanos de algunos chalanes no queda más remedio que saltarse ese principio. Quizá sea provechoso sacudir algunos cintarazos conceptuales a esos miembros de la canallocracia, guiñapos que solo provocan emanaciones de ciénaga, quizá porque ignoran que existe la ética. Tal vez desconocen lo que es el liderazgo de servicio, el único que puede recibir tan sublime calificativo.
Como ha señalado recientemente el filipino Bernardito Auza, se promulgan estupideces legislativas como la de condenar a prisión por matar a una rata mientras se ensalza el asesinato de seres humanos aún no nacidos camuflando el crimen tras el mantra interrupción voluntaria del embarazo. Ni Goebbels ni Lenin mentían mejor. ¿Y qué decir de condenar a quien defiende su propiedad mientras se ensalza a criminales con delitos de sangre?
Junto a esto, instituciones con solidez de siglos, me refiero a la Iglesia Católica, está experimentando un cisma de facto, encabezado por obispos alemanes, belgas, suizos… Lo menos malo que puede señalarse de esos prelados iletrados, por no denominarles aviesos, es lo que aseveró el presidente norteamericano Wilson sobre un colaborador poco espabilado: es como un bungalow, le falta el piso de arriba.
Se suma a este turbador panorama de gases mefíticos el hecho de que quienes deberían ejercer la autoridad, ignoro si es por estulticia, ingenuidad, miopía, superficialidad, carencia de capacidad estratégica, perversidad u otra grave patología, denigran a quienes son fieles a la verdad mientras que de forma continuada bailan el agua a los refractarios a la trascendencia y al sentido común.
¡Qué bien les haría a no pocos responsables de la situación actual releer la Regla de Benito de Nursia! En el capítulo 28 afirma: “al hermano que a pesar de ser corregido frecuentemente por una falta (…) no se enmienda aplíquesele una corrección más severa (…). Pero si ni aun así se corrige, o tal vez, lo que ojalá no suceda, se llena de soberbia y pretende defender su conducta, el abad obre como un sabio médico”. Concluye san Benito recomendando la amputación de quien no se aviene a razones. ¡Qué pertinentes los consejos del sabio medieval!
En medio de esta barahúnda en la que muchos dejan a la vista sus más rastreras pasiones, surgen luminosas referencias para tornar a recordar que, por encima de las miserias, un edén radiante brilla en lo alto. Sucede en el ámbito empresarial, en la administración pública y también en el de las instituciones religiosas.
Escuché hablar del influencer de Dios Carlo Acutis hace un lustro, con ocasión de uno de mis viajes de investigación a Bibliotecas y archivos italianos. La sonrisa de Carlo en sus fotografías más conocidas es cautivadora. Su tumba, situada en la ciudad de Asís, se ha convertido en un foco de peregrinación. He tenido ocasión de visitarla. Impresiona.
Es alentador el admirable biopic –El cielo no puede esperar– sobre este estudiante italiano aficionado a la informática, que puso tanto empeño en documentar milagros eucarísticos antes de fallecer por leucemia con 15 años.
Todos, lo explicitemos o no, deseamos parecernos a alguien. Todo equipo, consciente de la imperiosa necesidad de la criatura por hallar paradigmas, propone modelos a quienes seguir. Carlo Acutis es un referente beneficioso en un momento en el que, como en los ciclos más nefastos de la kulturkampf, de la revolución francesa o de la caída del imperio romano, una chusma gobernante pretende hacernos hozar cual chanchos en los aspectos más sórdidos.
Carlo Acutis ha puesto de manifiesto con su existencia, al igual que miles de referentes éticos, que, por encima de las nubes foscas, sigue brillando el sol de la esperanza.
El liderazgo no reclama aspavientos, ni azoramientos. Basta cumplir de forma adecuada con las propias responsabilidades. No perderse en los sargazos de una negligente rutina. Los manipuladores que ningunean a los demás con pataratas no pasarán a la historia. Podrán triscar, pero serán incapaces de dejar algo valioso. Se creen estadistas, se abrazan a otros delincuentes como ellos. Su carencia de ética los muta en zarramplines. Así son, aunque juntaletras bien retribuidos los ensalcen con ridículos ditirambos.
Por, Javier Fernández Aguado, Socio Director de MindValue y Director de investigación de EUCIM