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La fatiga pandémica, término acuñado por la OMS a finales de 2020, y que hace referencia a “la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo”, ha supuesto un importante desgaste en el ser humano y un considerable incremento del estrés social. Una realidad que se ha visto reflejada en el crecimiento de las búsquedas de la palabra ansiedad en Internet y en las menciones al mismo término en redes sociales desde el comienzo de la pandemia, según han revelado diversos estudios.

El estrés social está más presente que nunca en nuestra sociedad, lo que hace que las empresas se enfrenten a un tipo de cliente desconocido hasta el momento. “La población a la que se dirigen ahora las empresas es completamente diferente a la que ha existido durante los últimos 150 años, lo que supone un gran reto para ellas”, explica Antonio Ruiz, experto en Neurociencia Aplicada e Integración Biotecnológica.

El estrés social nos llevará a otros sistemas de consumo, así como a otro patrón de comportamiento, suponiendo un reto para las empresas que ahora se dirigen a una población completamente diferente. Clic para tuitear

El ritmo vertiginoso provocado por la multitarea, el agotamiento emocional, la falta de regulación en la alimentación procesada, la falta de actividad física o los desequilibrios en el descanso son factores que ya eran propios de la sociedad occidental más “desarrollada”. Sin embargo, atendiendo a las palabras de Antonio Ruiz, esto “se ha visto multiplicado por una pandemia de índole mundial que modifica nuestros estilos de vida, las prioridades, los modelos de trabajo, así como el desarrollo tecnológico y la digitalización de nuestras vidas en todas sus esferas”.

La sobrecarga informativa es otro de los factores generadores del estrés social. Vivimos en la sociedad de la pantalla donde la infoxicación impacta aún más en nuestro cerebro, sujeto a un nivel de estimulación nunca antes conocido, lo que provoca un conjunto de reacciones fisiológicas que nos prepara para la acción, tal y como es un futuro incierto, cambiante y demasiado inestable. Esto es estrés”, explica el experto en neuromarketing. “Este estrés compartido con nuestro entorno, y que se multiplica debido a la información en redes sociales, da lugar al estrés social”, añade.

Trasladado al terreno empresarial, las compañías han tenido que adaptarse y el estrés social ha comenzado a tenerse en cuenta ya que contribuye a una modificación generalizada de los modelos de comportamiento. “Si bien es cierto que el estrés social puede pasar desapercibido en una primera instancia, tal es su nivel de impacto que, se prevé que para el año 2064 se haya producido una disminución de la población por este motivo”, indica Antonio Ruiz.

Un dato confirmado a través de la investigación realizada por Alexander Suvorov, profesor asociado de la Universidad de Massachusetts Amherst. Atendiendo a la misma, el estrés provocado por los medios de comunicación social y otras interacciones sociales en gran medida vacías o abrumadoras puede estar provocando o contribuyendo a cambios en el comportamiento reproductivo y la fisiología de la reproducción. Tal y como ha señalado Suvorov, “el estrés suprime el número de espermatozoides, la ovulación y la actividad sexual; y en los últimos 50 años se ha producido un descenso del 50% en el número de espermatozoides”.

¿Cómo afectará el estrés social a la relación entre empresa y consumidor?

Todos los indicadores apuntan a que el estrés social nos llevará a otros sistemas de consumo, así como a otro patrón de comportamiento, donde el ser humano buscará cumplir con sus expectativas fisiológicas a través de herramientas digitales mediante realidades paralelas. “Estamos ante entornos ficticios creados con tecnologías como la realidad virtual o mundos digitalizados, pero percibidos como reales con compras y consumo real gracias al `dinero virtual´. Un claro ejemplo es el proyecto metaverso que Facebook está desarrollando”, explica Antonio Ruiz.

Es una búsqueda cuasi desesperada de huir de entornos negativos, conseguir la gratificación instantánea e incluso virtualizar nuestra propia realidad, convirtiéndonos en aquello que aspiramos y que viene mediatizado por nuestra capacidad de acumular experiencias, comprar y transmitirle al mundo aquello que nos gustaría ser, el estrés nos puede llevar a un límite nunca antes conocido por el consumidor y las empresas”, concluye.