En la actualidad, como siempre, se multiplican los grandes profesionales que construyen y timonean proyectos financieros, académicos, religiosos o mercantiles de gran relevancia. No faltan, por otro lado, mediocres que provocan vergüenza. Al escuchar sus intervenciones en medios de comunicación subvencionados poniendo de manifiesto su desvergüenza, incluida su patológica genitalidad, me vienen a la memoria unas palabras de Unamuno. Afirmó el bilbaíno que lo más preocupante no era si la criatura humana procedía del mono, sino si se dirigía hacia él. Me siento en la obligación de solicitar disculpas a los primates, que con frecuencia manifiestan más probidad que algunos especímenes que pululan por nuestras instituciones públicas.
Me detengo hoy en tres historias que manifiestan que, frente a la indigencia intelectual de algunas y algunos, el ser humano sigue manifestando grandeza.
Comenzaré por la historia del boxeador Stuart Long (1963-204). Cuando una lesión le expulsó de su carrera como púgil, se trasladó a Los Ángeles persiguiendo su sueño: ser actor. Conoció a Carmen, maestra católica que se propuso ayudarle. Un grave accidente de moto le llevó a replantearse la existencia. ¡Sería sacerdote católico para ayudar a los demás!
Mark Wahlberg, protagonista del biopic que recuerda la vida de este luchador resiliente, borda la progresiva transformación por obra de una enfermedad en la que la patética desaparición de la musculatura no perdona.
Nos hallamos ante una historia de redención, en la que se transmite que todos tenemos nuestro papel en el ciclo de la vida -nuestra hora en el escenario, resumió Shakespeare-, y Dios lo revela de modos inesperados. La narración se sigue con interés y cuenta con pasajes inspiradores. Aunque algunos críticos han sido punzantes, El milagro del padre Stu puede ser considerada una obra de arte en forma y fondo, pues sin gazmoñerías aborda aspectos esenciales de la existencia.
Menciono, en segundo término, la obra de George Gänswein, que cuando escribo estas líneas se encuentra exclusivamente en italiano con el título: Nient’altro che la verità! Con audacia y claridad, quien ha sido el principal ayudante de Josep Ratzinger durante las últimas décadas narra cómo ha debido superar obstáculos sin cuento para responder de sus responsabilidades. La patética carencia de capacidades directivas y de visión estratégica de determinados personajes vaticanos no ha sido obstáculo insoslayable para que durante innumerables años haya servido de rodrigón a uno de los más relevantes intelectuales del siglo XX. Su texto le ha valido la fulminante expulsión residencial de la ciudad del Vaticano, y no es de extrañar que pudiera sufrir algún otro envite por parte de quien fue ascendido sin la imprescindible preparación intelectual y prudencial.
Aludo, en fin, para concluir, a la reciente obra escrita por María Victoria de Rojas. Protagonistas del Management español (Kolima Books, 2022) pone negro sobre blanco la existencia de profesionales que día a día siguen ofreciendo soluciones adecuadas para personas e instituciones. La práctica totalidad de los analizados en ese estudio han superado con esfuerzo aprietos de diverso tipo. Cada uno a su manera ha sorteado obstáculos que se le presentaban, siendo capaces de aportar sugerencias inteligentes para la mejora del mundo.
Recordar al padre Stu, leer a Gänswein y a María Victoria de Rojas son motores para la esperanza en medio de tanta nulidad intelectual exhibida impúdicamente. Confiemos en que pronto un vendaval nos libre, siquiera por unos años, de quienes por motivos espurios nos expolian con nuevos impuestos. Mientras tanto, y también después, sigamos disfrutando del consejo aristotélico: la felicidad del ser humano se halla fundamentalmente en la contemplación de la verdad. Quienes hozan obsesivamente en la lascivia tienen más de chanchos que de personas.
