En el siglo pasado algunas organizaciones comenzaron a crear centros de investigación donde con gran secretismo se realizaba I+D para poder innovar, como fue el caso de los centros de IBM. Con la llegada del nuevo siglo, el concepto cambia y se comienza a hablar de “Innovación Abierta”, un término que en 2003 fue acuñado por Henry Chesbrough.
Son diversas las estrategias que en la «Innovación Abierta» permiten conectar el talento interno con el externo, pero actualmente los retos llegan a parecer más fáciles con el uso del crowdosurcing, o la inteligencia colectiva en beneficio de las organizaciones.
Para su puesta en marcha, una organización lanza un reto concreto a la sociedad para buscar soluciones a una necesidad o demanda real, de manera que pueda ser identificado en un ámbito determinado en el que la empresa tiene especial interés.
Quién consiga dar con la solución obtiene un premio en metálico y la posibilidad de validar su proyecto en entornos reales, algo que a las empresas les permite innovar en paralelo y subvencionar los resultados si realmente funcionan. De esta manera se reducen tanto los tiempos como la inversión necesaria para poder innovar.
En la última década estos retos se han popularizado, pero no son para nada nuevos. En su momento incluso Napoleón lanzó el reto de encontrar un sustitutivo más barato y duradero que la mantequilla para sus tropas. El resultado fue la invención de la margarina en 1869. Otro ejemplo fue la recompensa ofrecida por el hotelero Raymond Orteig para el primer aviador aliado que consiguiera cruzar el Atlántico entre Nueva York y París sin escalas. De ahí nació en 1927 el Premio Orteig, que permitiría desarrollar la industria aeronáutica de la costa este de Estados Unidos.
Proyectos recientes
Actualmente existen casos notorios de «Innovación Abierta». Uno de ellos se dio hace tan sólo 4 años, cuando el departamento de energía estadounidense lanzó ‘Apps for Energy’, un portal que ofrecía 100.000 dólares en premio a aquellos desarrolladores capaces de crear Aplicaciones Móviles que pusieran en valor los datos generados por los contadores inteligentes.
De ahí salió una solución que permite reducir los picos de consumo eléctrico de un país en periodos críticos. De esta manera se consigue la colaboración del consumidor pequeño tan sólo usando la app y sin necesidad de instalar ningún dispositivo en casa, lo que evita realizar grandes inversiones a las compañías eléctricas.
Una de las ideas destacadas de los últimos tiempos, como indica Ovidio González de la Universidad de Sevilla, es el reto internacional lanzado por la agencia USAID en 2014, bajo el nombre de ‘Fighting Ebola’. La entidad premiaba con un millón de dólares cualquier diseño que pudiera proporcionar nuevas herramientas al personal sanitario que lucha contra esta epidemia.
Uno de los destacados resultados fue el traje de protección que puede ponerse y quitarse rápidamente, y es transpirable, manteniendo los niveles de protección y aumentando el tiempo de trabajo útil de los sanitarios.
Además de este proyecto, la iniciativa consiguió que se hicieran realidad retos como el de crear nuevos instrumentos y medidores para el Ébola, que permitieron mejoras en las unidades de tratamiento de hospitales, así como en las cámaras de descontaminación, desarrollando aplicaciones para teléfonos móviles y sistemas de información.
Todo ello es el resultado de buscar la innovación a través de la inteligencia colectiva.
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