Estamos acostumbrados a ver que en los apartados de Quiénes Somos de muchas webs de empresas, aparezcan frases del tipo, “fue allá por 1904 cuando…, fundó el embrión de lo que es hoy en día la compañía…”, seguidos de “varias generaciones han seguido al frente del proyecto”.
Profesionalización del #emprendedor: subsistencia creativa. Un artículo de @PabloJglez Clic para tuitearTiempo de Lectura: 2 minutos
Antes un impulsor o emprendedor se entregaba en cuerpo y alma a una iniciativa empresarial, con la máxima aspiración de que perdurara sosteniéndose en el ADN de su apellido, en la genética de sus sucesores… algo que en la actualidad ha cambiado notablemente.
Aunque todavía seguimos encontrando ese perfil, el emprendedor ha evolucionado a una versión 2.0, en la que emprender proyectos es el fin, y todo el proceso acaba cuando la iniciativa empresarial comienza a volar sola.
Por este motivo, podemos decir que se ha profesionalizado el emprendimiento, que hay especialistas en poner en marcha empresas, que sólo buscan eso, sumergirse durante no más de tres años en una realidad concreta, para saltar a otro nuevo desarrollo que puede ser totalmente diferente, como si de una aventura se tratase.
Es uno de los paradigmas de quienes afirman que sólo fuera de la zona de confort se puede realizar la disrupción necesaria para cambiar el mundo… Otros simplemente dicen que el emprendedor reincidente es “culo de mal asiento” o que se cansa de todo, aunque muchas veces es simplemente alta creatividad en una persona, que además no quiere reprimirla empleando sus fuerzas en la gerencia o administración de una empresa.
Sea como fuere, el emprendedor busca lanzar proyectos, crear realidades que luego naveguen solas. Adora pensar, proyectar, planificar e impulsar, aunque la ejecución a la larga puede quedar fuera de sus intenciones.
Y es que parece indudable, aunque no comprobable, que existe algo que impulsa a las personas a comenzar proyectos, ámbito en el que pueden llegar a ser excepcionalmente buenos.
Todos los emprendedores hablan del fracaso como la garantía para el éxito, pero más allá de la antítesis como anécdota, la experiencia se acumula, es el valor diferencial de un emprendedor y curiosamente, el que buscan los inversores.
En este orden, y también en el ámbito de la localización de talento, se pueden incorporar intraemprendedores en según qué organizaciones. Éstas obtienen cada día más valor por ello, cimentan sus bases en el desarrollo de nuevos productos y la innovación, abordan nuevos mercados y, sobre todo, diseminan por la organización el germen de la proactividad frente a la reactividad.
Por todo ello, en definitiva, podemos decir que el emprendedor se ha profesionalizado, que puede volar libre con sus proyectos, o tener cabida dentro del equipo humano de la organización, porque lo realmente importante es el espíritu del que impregna los diferentes proyectos que comienza, aunque no tenga por qué vivir eternamente implicado en ellos.
Y es que el emprendedor, en infinidad de ocasiones, tiene un objetivo vital que le marca su devenir profesional y personal: subsistir creativamente, un concepto que puede ser sinérgico con la fundación de una empresa o la innovación en una organización.