“Las emociones son procesos psicológicos que nos prestan un valioso servicio al hacer que nos ocupemos de lo que realmente es importante en nuestra vida. Como si fuera un sistema de alarma, nos señalan las cosas que son peligrosas o aversivas, y que por lo tanto debemos evitar, y las cosas que son agradables o apetitivas, y a las que por lo tanto debemos acercarnos”.
Las emociones son procesos complejos, sensoriales, pero a su vez son procesos que el ser humano ha conseguido, o al menos teorizado, gestionar y controlar. ¿Quién no ha oído hablar del control emocional o de la inteligencia emocional? La Inteligencia Emocional como concepto fue introducido por Peter Salovery y John Mayer en un artículo publicado en 1990 y muy popularizado por Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional”. Sin querer entrar en mucho detalle, podemos resumir que la inteligencia emocional estudia cómo gestionar y controlar las emociones a fin de potenciar sus beneficios y minimizar los efectos negativos en nuestra vida. La forma en la que gestionamos y tomamos control de nuestras emociones para que no nos domine y condicione negativamente nos hace más o menos inteligentes desde un punto de vista emocional.
El estudio de la Psicología de la Emoción nos ofrece un conocimiento bastante detallado de cómo se originan, los distintos tipos, las leyes y toda la información necesaria para comprender cada una de las emociones, ya sea desde un punto de vista cotidiano o patológico. A modo de resumen, la Psicología de la Emoción identifica siete emociones básicas: sorpresa, asco, miedo, alegría, tristeza, ira y ansiedad. A partir de estas siete emociones primarias se desarrollan otras, secundarias, que tienen un origen evolutivo más actual y aparecen más tarde en el desarrollo de los individuos. Entre estas pueden estar la hostilidad, el humor o la felicidad. Existe un tercer grupo de emociones denominadas autoconscientes o autoevaluativas como el orgullo, la vergüenza, la culpa o el tristemente tan extendido hubris. ¿Qué no sabes lo que es el “hubris”?…
En lo que se refiere a los procesos expresivos de las emociones, nuestra gran referencia es Charles Darwing y su libro “La expresión de las emociones en los animales y el hombre” (1872). Darwing defendió el carácter de “utilidad” de las expresiones faciales emocionales. El objetivo último de nuestras emociones es la supervivencia. Con ese fin, alinear nuestro estado interno y nuestra apariencia exterior se hace imprescindible, por lo que nuestra expresión facial emocional cobra mucha importancia. El carácter universal y transcultural de la expresión emocional se ha garantizado generacionalmente a través de la filogenia. El llamado “Feedback facial” nos ofrece entonces una radiografía universal, con algunos matices, de las emociones y su grado de intensidad. Los sistemas de codificación facial, o “Feedback facial” para el estudio de las emociones son imprescindibles y generan una aportación básica para su implementación tecnológica.
Si asumimos que la tecnología a través de la Inteligencia Artificial puede identificar y gestionar los procesos expresivos y fisiológicos de las emociones, ¿podríamos entonces aseverar que existe una Inteligencia Emocional Artificial?
La Inteligencia Emocional Artificial (Emotion AI o computación afectiva) es una de las disciplinas de la Inteligencia Artificial en las que más se está invirtiendo actualmente para su aplicación a la robótica y analítica de vídeo. Instituciones como MIT Media Lap o Affectiva–Smart Eye group, son líderes en estas investigaciones. Según un informe de MarketsandMarket, el mercado global de detección y reconocimiento de las emociones (conocido por sus siglas en inglés EDR) puede crecer desde los 23 millones de dólares en 2022 hasta los 43 en 2027. En este mismo informe se identifican soluciones actuales en el mercado para el reconocimiento facial, gestual y análisis del lenguaje.
No podemos olvidar en este apartado hacer referencia al HUE de microsoft (Human Understanding and Empathy).
Los dos grandes objetivos de la tecnología relativos a la Psicología de la Emoción, reconocimiento y reproducción de las emociones, están dejando paso a un tercero más ambicioso y trascendental, la autoconsciencia. La autoconsciencia es la capacidad de conocer nuestros propios sentimientos, pensamientos y comportamientos. Somos autoconscientes cuando somos capaces de reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras debilidades, límites, fortalezas, etc. Con esta definición de la autoconsciencia personalmente me asaltan muchas dudas de si todos los seres humanos son autoconscientes… pero quizás la pregunta es: ¿Serán los robots y la inteligencia emocional artificial autoconscientes de su propia existencia?
Es muy interesante comprobar el alto grado de desarrollo tecnológico que tenemos en la actualidad referente al desarrollo de la inteligencia emocional artificial y la cantidad de estudios e investigaciones que se están llevando a cabo. Probablemente estemos todavía en fase embrionaria, presentándose el futuro muy interesante y sin duda retador para el ser humano. Nos estamos empezando a quedar sin argumentos para defender nuestro carácter especial, único y aparentemente mágico. El ser humano tiene una cualidad muy particular: cuando se queda sin argumentos razonados para dar una respuesta a cualquier problema, se la inventa. Cuando nuestra inteligencia no nos aporta una solución razonada y razonable acudimos a la religión, a lo paranormal, a la magia, a populismos, a lo que haga falta, pero bordeamos el “no lo sé” todo lo que podemos. Afortunadamente en nuestra historia hemos tenido científicos, ingenieros, intelectuales y grandes pensadores que han rechazado la magia y se han enfrentado al “no lo sé” de forma honesta para encontrar una solución razonada con mayor o menor éxito. La tecnología no acudirá a un elemento mágico o religioso no demostrable para resolver las grandes cuestiones de la humanidad.
Mi reflexión muy personal es que de la misma forma que las emociones salvaron nuestra especie en un pasado muy remoto, la tecnología lo hará en un futuro también muy lejano y lo mejor de todo esto es que somos conscientes de ello y estamos trabajando como especie para hacerlo posible. Amen.
Por Miguel Ángel Sánchez, Digital Transformación Learning Facilitator en MIT Profesional Education
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