En términos empresariales, ser ágil es clave porque significa competitividad. Lo difícil es poner en práctica esta premisa, fomentar el cambio e implementarlo de forma eficaz. Para empezar con éxito esta tarea conviene recordar por qué la agilidad es tan importante en las organizaciones.
En un mundo cambiante donde la competencia crece por segundos, ser ágil es una cuestión de supervivencia. Sin embargo, no todas las empresas lo tienen entre sus prioridades. En una reciente investigación de McKinsey, se preguntaba con qué frecuencia los líderes y gestores empresariales respondían ágilmente a los retos del mercado y con qué rapidez se ajustaban sus organizaciones a las nuevas formas de hacer las cosas.
Según las conclusiones, el 80% de las compañías anteponían la estabilidad a la agilidad. Es decir, la mayor barrera para el cambio es la obsesión por la estabilidad. El estudio se planteaba también cuál de los dos elementos era más importante de cara a la estrategia y salud de la empresa. Frente a la opinión de la mayoría de compañías, lo más importante era la agilidad, aunque implicara sacrificara en parte la estabilidad de la empresa.
Qué diferencia a una empresa ágil
Observando el comportamiento de las empresas más ágiles se intuye cuál es la forma más habitual de materializar este valor. En orden de prioridad, las actitudes y premisas de las empresas ágiles son:
- Definir claramente los roles y funciones de sus miembros
- Poner la innovación en primera línea
- Capturar continuamente nuevas ideas
- Basar sus procesos en capacidades
- Imponer disciplina en la forma de operar
- Fomentar la competitividad interna
- Transmitir y vivir valores
- Compartir conocimiento
- Contar con líderes inspiradores
- Revisar continuamente la eficiencia de las personas
Las organizaciones más ágiles son las que consiguen equilibrar adecuadamente rapidez, claridad, estabilidad y estructura. Son potentes impulsores de la innovación, el aprendizaje y el conocimiento. Además, estas organizaciones saben motivar y cuentan con líderes inspiradores.
A partir de la experiencia en procesos de negocio se deduce que es clave contar no sólo con las personas sino también con las herramientas más adecuadas. De esta forma, se abre la puerta al cambio al tiempo que se reducen los riesgos para la estabilidad de las organizaciones y se garantiza la continuidad del proceso.
Todo ello se traduce en disponer de herramientas que faciliten tanto la toma de decisiones como la implementación de las tareas derivadas de esas decisiones. El Business Intelligence permite acelerar la toma de decisiones de forma segura al proporcionar información actualizada y en tiempo real accesible desde dispositivos móviles. Esto ayuda a los directores de las diferentes áreas de la empresa a conocer el estado real del negocio. Resulta especialmente interesante para labores comerciales, donde tener la última actualización antes de una reunión con un cliente puede suponer conseguir un nuevo contrato.
En esa coyuntura, aquellos instrumentos que estudien la visión del cliente y capten tendencias en el mercado serán claves para tomar decisiones. Gracias a la analítica predictiva se pueden analizar comportamientos y prever el siguiente paso del consumidor antes de que se produzca. Ya es posible saber si un cliente no tiene intención de renovar un contrato, qué producto de la web le puede interesar o realizar un forecast de productos que se ajustará a la demanda.
Si además todas estas herramientas se combinan con otras que facilitan la comunicación, tanto en distintos canales como con contenidos personalizados, la agilidad se extenderá hasta el final de la cadena mejorando la competitividad. Para alcanzar este objetivo son ideales las tecnologías de automatización de marketing y omnicanalidad.
Respecto a la comunicación, lo que no puede faltar en una organización que quiera ser ágil es la habilidad de comunicar internamente los cambios. Para asegurar el éxito es necesario que la información llegue rápidamente hasta todos los implicados en los procesos. También aquí encontramos ayuda en la tecnología, por ejemplo, a través de las redes sociales corporativas.
Tras este análisis, queda claro que es importante una transformación hacia organizaciones más ágiles. La duda ahora es si las empresas están listas para enfrentarse al reto. Solo aquellas que lo estén son las que vivirán para contarlo.