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Hoy en día, la necesidad de reducir los costes del consumo energético, sin alterar la productividad y minimizando el impacto ambiental en busca de un futuro sostenible, ha llevado a una mayor concienciación a la hora de establecer planes de eficiencia energética en las empresas. En este sentido, es fundamental que los empleados se involucren, de forma individual y colectiva, pues desempeñan un papel crucial, ya que su participación activa y consciente puede contribuir significativamente a reducir el consumo de energía en las instalaciones y centros de trabajo.

Para conseguir esto, la empresa debe crear conciencia en los empleados sobre la importancia que tiene el ahorro energético. Fomentar una cultura de eficiencia energética y de consumo responsable es algo que debería practicarse en todas las compañías. Es conveniente realizar campañas divulgativas e informativas donde se proporcione información clara sobre los beneficios, tanto ambientales como económicos, que implica reducir el consumo de energía, para que el trabajador entienda y respete las políticas del buen uso de la misma. Por estas razones, propongo algunas medidas que contribuyen a ello mediante acciones cotidianas.

En este contexto, acciones que no suponen grandes esfuerzos, pueden ser que los empleados programen los ordenadores y otros dispositivos electrónicos para que se apaguen al final de la jornada laboral o durante períodos de inactividad. También podemos plantear algo tan sencillo como utilizar la impresión a dos caras, no sólo para reducir el gasto de papel, sino para minimizar el consumo energético de la impresora. Otro aspecto importante es el uso eficiente de la iluminación, teniendo en cuenta utilizar bombillas de bajo consumo o tecnología LED; aprovechar las horas de luz natural y distribuir de manera eficiente el espacio de trabajo. Asimismo, conviene valorar la instalación de sensores de movimiento en pasillos u otras zonas de paso como los servicios. En cuanto a la climatización, es aconsejable regular la temperatura tanto del aire acondicionado como de la calefacción, siendo lo más óptimo establecerla entre los 23-25 en verano y los 20-22 grados centígrados en invierno. No debemos olvidar el mantenimiento y limpieza de los filtros de los sistemas de climatización para garantizar el buen estado del aparato y la calidad del aire.

Por otra parte, es conveniente realizar una evaluación exhaustiva del gasto de energía en el centro de trabajo, de forma que se puedan identificar patrones de consumo, anomalías, sobretensiones, excesos de potencia, averías en las instalaciones… con el fin de obtener los mejores resultados en la actividad empleando la menor cantidad posible de recursos. Y, una vez detectadas las áreas donde el consumo no es eficiente, la dirección de la empresa podrá definir un plan de ahorro.

Una decisión acertada suele ser la de renovar los equipos por modelos más eficientes, identificados con la etiqueta clase A de ahorro energético. Estos dispositivos permiten un ahorro energético y económico, ofrecen mayor resistencia y durabilidad y tienen un menor impacto ambiental.

Retomando el papel activo de los empleados en la reducción del consumo energético en la empresa, existen otros hábitos diarios, como apagar las luces al salir de una sala o cerrar las ventanas cuando se enciende el aire acondicionado, que pueden ser determinantes para alcanzar los objetivos de eficiencia. También se pueden programar formaciones periódicas para mantener vivo el interés de los trabajadores, así como implementar jornadas de teletrabajo si es posible.

Esta implicación por parte de los empleados puede lograrse, como he comentado anteriormente, a través de campañas de concienciación y formación, y se pueden complementar mediante un plan de incentivos que ofrezca premios y recompensas a aquellos que reduzcan su consumo de energía o que propongan ideas para mejorar la eficiencia energética. A su vez, todas estas políticas de responsabilidad social corporativa pueden mejorar la imagen de la compañía y atraer a nuevos clientes, trabajadores y partners que estén alineados con los valores de sostenibilidad.

Otra propuesta que repercute en el gasto energético, pero también en la salud de los empleados, es promover el uso de las escaleras frente al uso del ascensor, sobre todo en oficinas y edificios corporativos. Subir y bajar escaleras es una excelente manera de incluir unos minutos de actividad durante la jornada laboral. Además, son fáciles de usar, no requieren un equipo específico y ayudan a reducir el sedentarismo.

Asimismo, también podemos actuar de manera proactiva instalando en las infraestructuras sistemas de abastecimiento energético propio. En este sentido, el autoconsumo fotovoltaico se ha convertido en una estrategia clave para lograr estos objetivos. El coste de los paneles solares ha disminuido en los últimos años, lo que hace que esta solución sea más accesible que nunca. Además, existen diferentes opciones de financiación y programas de incentivos que pueden ayudar a minimizar el desembolso inicial. Se calcula que a partir de los 6 años se amortiza la inversión y se empiezan a generar importantes ahorros económicos. Otra ventaja es que los sistemas fotovoltaicos requieren un mantenimiento mínimo y su vida útil se sitúa entre los 25 y 30 años. Todo ello, partiendo de un modelo de producción de energía respetuoso con el planeta y que ayuda a reducir las emisiones de CO2.

Por Jofel Carregui, Director General de Energer