Visa trabaja actualmente en encontrar nuevas soluciones de pago en sus laboratorios de Londres, Tel Aviv y Berlin, donde ha creado un sistema que recoge datos biométricos usando una tecnología conectada a las venas del dedo.
Así lo explica el encargado de pilotar la estrategia del cambio en Visa Europe, su CEO Nicolas Huss, que a través del periódico El País aclara que los esfuerzos se centran ahora en aplicar la innovación a los deseos del cliente. El objetivo es facilitar el pago con todos los medios posibles, y que sean rápidos, seguros y cómodos, con una digitalización del sector bancario que ayude a su rápida consecución.
Según Huss, la compañía no ha creado “un lector de huella digital, sino una pequeña máquina que identifica las venas con capacidad para estar seguro de que corresponden al titular de la cuenta. También hemos creado, junto con el diseñador Henry Hollland, un anillo para pagar sin contacto, (contactless), gracias a un microchip que va en el interior”.
De momento se trata de dos sistemas que están en fase de prueba, junto con otros como la lectura del iris de los ojos, o los que “ya se están desarrollando con pulseras y relojes que permiten pagar gracias a un chip interior y se comercializan bien en España”. Es lo que llama Huss los wearable technology, junto con el veloz desarrollo del pago móvil, siendo ya un 21% los pagos intermediados por Visa los que se hacen con tarjeta.
Con respecto a la guerra de comisiones en los cajeros automáticos, Nicolas Huss explica que tanto el Banco de España, el Ministerio de Economía y la Comisión de la Competencia “han seguido de cerca este tema y son los que deben velar por la transparencia de las tarifas”. No quiere valorar si son caras o baratas. “En unos países se cobra más. Creo que la tarifa media bajará y es mejor no incentivar que el cliente vaya al cajero”, explica el directivo.
Pero para Huss “el futuro ya no es pagar con plástico, sino con otros medios más cómodos y sin contacto”. La firma maneja 520 millones de tarjetas en Europa y 45 millones en España, controlando el 60% de las transacciones a través de medios de pagos en Europa. Pese a ello, el negocio está amenazado por los grandes de la tecnología, como Apple y Google, así como los de los gigantes de las telecomunicaciones, tipo Samsung, además de las empresas emergentes.
Para Huss “la clave es que sea muy fácil comprar un periódico, un café o cualquier objeto caro. Debemos tener muy buena tecnología para que cuando el cliente la utilice no haya fallos. Si se producen errores, la gente rechaza el sistema para el futuro. Los pagos deben ser sencillos, seguros y fáciles de usar las 24 horas”.
En este contexto los países nórdicos son los más avanzados, ya que en algunos como Suecia hay cadenas de grandes supermercados que ya no admiten efectivo. De hecho Huss explica que «incluso el banco más grande de aquella región, Nordea, y uno de los más fuertes de Europa, ha decidido que en la mitad de las oficinas no se recoja ni se entregue efectivo a los clientes en las ventanillas o los cajeros”.
Pese a los avances adoptados, todavía un 70% de los pagos se hacen en metálico en Europa, una cifra que irá disminuyendo y traerá la ventaja social de acotar el dinero negro y la economía sumergida.
Pero en todo este proceso hay preocupaciones latentes, como el reciente caso de Grecia, donde se imposibilitó obtener dinero en los cajeros por el corralito, que disparó el uso obligatorio de tarjetas, sobre todo en personas mayores. Huss aclara que “ha pasado lo peor en Grecia, pero la gente sigue usando masivamente el plástico, incluso los mayores. Si el medio es fácil, la gente usa las tarjetas”, concluye.
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