historia-no-se-repite-pero-rima-daniela-de-sousa

¿Cómo entender las transformaciones actuales en los negocios mirando la historia? ¿Qué podemos aprender de otras épocas donde el cambio tecnológico modificó por completo  la cultura, la forma de ganar dinero y las relaciones sociales?

Una de las tareas que asumo con mayor obsesión en mi trabajo es la de tratar de transmitir claramente cuán importante y profundo es el cambio de paradigma que estamos atravesando tanto a nivel social como tecnológico y cómo esto impacta radicalmente en los negocios, en cómo entendemos el mercado, la demanda y la propuesta de valor de las empresas. 

Por un lado, es claro que el futuro será distinto al pasado a todo nivel, por el otro, no es la primera vez en la historia que la sociedad transita un cambio de paradigma de estas dimensiones.  A partir de estos dos elementos y tomando la frase de Mark Twain “La historia no se repite, pero rima” quiero tratar explicar este gran cambio no desde el presente, sino mirando otro momento de la historia donde también el salto tecnológico cambió las relaciones sociales, las relaciones de poder y los modelos de negocios de las empresas. Lo que estamos atravesando hoy no es solo un salto tecnológico, es una nueva forma de estructurar las relaciones sociales y una nueva forma de estructurar los negocios, es decir, una nueva forma de ganar dinero.

Creo firmemente en que la idea de salir del presente por un momento y mirar con perspectiva nos pueda brindar el marco adecuado para entender la complejidad del cambio que estamos transitando, que abarca desde la redefinición de la identidad individual de las personas, de la familia, la forma de trabajar, de aprender, los medios de comunicación y la manera en que concebimos las religiones, el poder, la belleza, el espacio y el tiempo. En la historia existió un momento similar que nos puede ayudar a entender. El salto que hoy estamos transitando es similar en magnitud e importancia al momento en que la humanidad pasó de la revolución agraria a la industrial. 

Mirando los Cambios Uno a Uno 


La especie humana experimentó hasta ahora tres grandes cambios donde cada uno dejó atrás para siempre temas culturales, sociales y tecnológicos sepultándolos y modificando radicalmente el paradigma. El primer gran cambio fue la revolución agrícola que tardó miles de años en desplegarse, luego vino la revolución industrial, que solo necesitó trescientos años y la última, la que estamos viviendo hoy, la revolución del conocimiento, que solo tomará unas décadas más hasta completarse.

La fabricación de productos

La producción durante la revolución agraria era realizada a través de métodos artesanales, los productos eran creados uno por uno, lo mismo que la distribución. En cambio, en la revolución industrial las transformaciones fueron radicales: ferrocarriles, rutas y canales hicieron accesibles distintas zonas interiores y con el industrialismo llegaron los grandes almacenes y comercios. Surgió también una compleja red de intermediarios, vendedores al por mayor, comisionistas y representantes de los fabricantes. La fabricación y distribución individual dio paso a la distribución y comercialización en masa que se convirtieron en los elementos centrales de la sociedad, tan importante como la máquina misma.

La Familia

Los cambios tecnológicos y sociales son bidireccionales y se retroalimentan. El vínculo familiar es otro ítem que cambió radicalmente entre la revolución agraria y la industrial. Antes de la revolución industrial, las formas familiares variaban de un lugar a otro. Pero dondequiera que predominaba la agricultura la gente tendía a vivir en grandes agrupaciones multigeneracionales, con tíos, tías, parientes políticos, abuelos o primos viviendo todos bajo el mismo techo, trabajando todos juntos como una unidad económica de producción. La familia era inmóvil, estaba enraizada en la tierra.

Al comenzar la revolución industrial las familias experimentaron la tensión del cambio al desplazarse la producción económica del campo a la fábrica. La familia dejó de trabajar como una unidad. Con el fin de liberar trabajadores para la fábrica, las funciones clave de la familia fueron encomendadas a nuevas instituciones especializadas. La educación de los chicos fue encomendada a las escuelas. El cuidado de los ancianos fue puesto en manos de casas de beneficencia o asilos.

Por encima de todo, la nueva sociedad necesitaba movilidad. Necesitaba trabajadores que siguieran de un lugar a otro a los puestos de trabajo. Agobiada bajo la carga de parientes ancianos, enfermos, incapacitados y gran número de hijos, la familia extensa era cualquier cosa menos móvil, por lo tanto, empezó a cambiar gradualmente la estructura familiar. Desgarradas por la emigración a las ciudades, agobiadas por problemas económicos, las familias se deshicieron de parientes “no útiles” y se hicieron más pequeñas, más móviles y más adecuadas a las necesidades de la nueva era industrial. La llamada familia nuclear -padre, madre y unos pocos hijos, sin parientes molestos- se convirtió en el modelo “moderno” standard, socialmente aprobado de todas las sociedades industriales, tanto capitalistas como socialistas.

La Enseñanza

En aquella época era casi imposible transformar a las personas mayores a 15 años que procedían de ocupaciones rurales o artesanales en buenos obreros de fábrica. El resultado fue otra estructura central y transformadora de todas las sociedades de la revolución industrial: la educación general. Construida sobre el modelo de la fábrica enseñaba los fundamentos de la lectura, la escritura y la aritmética, un poco de historia y otras materias. Esto era el “programa formal”, pero en realidad lo que se buscaba era inculcar una conciencia de puntualidad, obediencia, trabajo mecánico y repetitivo.

El trabajo de la fábrica exigía obreros que llegasen a la hora, especialmente peones de cadenas de producción. Exigía trabajadores que aceptasen sin discusión órdenes emanadas de una jerarquía directiva. Y exigía hombres y mujeres preparados para trabajar como esclavos en máquinas o en oficinas, realizando operaciones repetitivas. Entonces, la mayoría de las personas seguían una trayectoria vital estereotipada: criadas en una familia nuclear, pasaban en masa por escuelas de tipo fabril y entraban luego al servicio de una gran corporación, privada o publica.

Los Medios de Comunicación

Durante la revolución agraria los canales masivos de comunicación estaban reservados exclusivamente a los ricos y poderosos y la “gente común” no tenía acceso a ellos, pero en 1628 apareció el correo postal. La oficina de correos proporcionaba el primer canal enteramente abierto a las comunicaciones de la era industrial. Hacia 1837, la Administración de Correos británica transportaba no simplemente mensajes para una élite, sino unos 88 millones de objetos postales al año, un verdadero alud de comunicaciones para la época. Esto implicaba que el aumento en el volumen de la información tuviese dimensiones monumentales.

El servicio postal podía llevar el mismo mensaje a millones de personas, pero no rápidamente, es allí cuando aparece el teléfono, que podía transmitir mensajes rápidamente, pero no a millones de personas al mismo tiempo. Este vacío se llenó con los medios masivos de comunicación: diarios radios, cines y televisión, que llevaban mensajes iguales a millones de personas rápidamente, encarando los principios de la fabricación en masa que traía la revolución industrial: la estandarización y la fabricación en serie fluían desde algunas “fabricas” muy concentradas (medios de comunicación) hacia millones de consumidores. De esta manera la civilización industrial pudo tomar forma y funcionar “como debía”.

La Cosmovisión 

Todo esto trajo una ola fantástica de ampliación de la esperanza humana. Por primera vez las personas creían que podían vencer la pobreza, el hambre, la enfermedad, la tiranía y lograr paz armonía, pleno empleo e igualdad de riqueza y oportunidades, todos los privilegios de nacimiento. Mientras la civilización de la era industrial extendía sus ramificaciones por el planeta transformando todo cuanto tocaba, con ella llegó algo más que tecnología y comercio.

Al chocar contra la civilización agraria, el industrialismo no sólo creó una nueva realidad para millones de personas, sino también una nueva forma de pensar sobre Dios, la justicia, el amor, el poder, la belleza. Cambió antiguas presunciones sobre el tiempo, el espacio, la materia y la causalidad de los fenómenos con la ampliación de la física y la química. Surgió una poderosa y coherente concepción del mundo que no solo explicaba, sino que justificaba también la realidad de la era industrial.

¿Qué es lo importante de todo esto?

Como explica el futurólogo Alvin Toffler, el principal suceso de la revolución industrial fue la separación entre el productor y el consumidor en el tiempo, en el espacio, en la distancia social y psíquica. La revolución industrial no solo alteró la tecnología, la naturaleza y la cultura, sino que modificó la identidad, ayudando a producir una nueva sociedad. 

En la actualidad, también estamos transitando cambios multidimensionales que dan nueva forma al contexto respecto de las formas de producción, los tipos de enseñanza, los medios de comunicación, el formato del trabajo, la constitución de las familias, los vínculos y la cosmovisión. Hoy, el consumidor y el productor nuevamente se unen en en lo que llamamos el prosumidor, asumiendo el diseño y la producción de los productos y servicios que desea a través de programas tan sofisticados como fáciles de utilizar. Además, estamos pasando de la fabricación masiva industrial a la personalización masiva, donde cada persona puede tener mensajes, productos y servicios orientados enteramente a su medida.

Estamos en una sociedad con nuevos valores, nuevas relaciones de poder y nuevas formas de vinculación, tal como sucedió en el pasado con la irrupción de la revolución industrial.Está en cada una de las empresas colocar los pies en el pasado o en el futuro a la hora de tomar decisiones. 

El futuro llegó. No se va a ir. Y un nuevo futuro va a estar aquí mañana. Nada de esto va a detenerse. Elon Musk dijo “a algunas personas no les gusta el cambio, pero deben aceptarlo si la alternativa es el desastre. El primer paso es establecer que algo es posible, entonces es probable que ocurra”.

Por Daniela De Sousa Mendes, Consultora en Negocios y Management para empresas de Moda & Beauty.