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Leer ayuda a dirigir. Ignorar el pasado garantiza desaprovechar el presente y aumenta el riesgo de yerro futuro. Historia y Gestión se retroalimentan… o retrodevoran. Más allá de episodios concretos, la Leyenda Negra brinda aprendizajes útiles, precisamente, sobre el modo de combatir el mito falso y apostar por la verdad histórica. Mutatis mutandis, puede aplicarse al Management y a su comunicación directiva en cualquier organización.

Unas veces nos aferramos a mentiras agradables y otras despreciamos verdades incómodas. Ambos extremos perjudican. España, como todo gran país y como cualquier empresa, cuenta con luces y sombras. Lo honesto es conocerlas, asumirlas y gestionarlas en su justa proporción. Este análisis precisa apoyar en suelo firme el trípode-brújula de querer saber la verdad, al que añadir dos nuevos puntos cardinales: ser libres.

Enrique Sueiro analiza cinco hitos que contribuyen a una doble transición, aplicable tanto a las personas como a la verdad: pasar de querer saber a saber querer. Clic para tuitear

Cinco elementos de vitalidad personal y corporativa

QUERER. Si la voluntad no activa la apertura mental, no cabe mejora posible. No hay evidencia suficiente para quien no quiere ver, ni argumento para el reticente a comprender, ni experiencia para quien se niega a aceptar la realidad. Prueba de voluntad saludable es la capacidad de asumir que, a veces, tiene razón quien nos cae mal o que yerra quien nos cae bien. No estar abierto a cambiar de opinión ahoga la vida. Sirve para todos, incluidos directivos. Como dice Javier Fernández Aguado, el líder genuino consigue que las personas quieran hacer lo que deben hacer para el beneficio común y propio.

SABER. Solo queriendo se puede combatir la ignorancia. Reclama humildad e implica escuchar, leer, relacionar, comprender… La madurez personal y social de saber supone una amenaza para cualquier totalitarismo, para muchas democracias y para algunas empresas que desconfían del talento. Más grave que desconocer es ignorar esa carencia. El saber profundo permite identificar mecanismos anestesiantes de conciencias que sucumben a no saber, antesala tanto de parálisis como de atolondramiento. Como el terrorismo, que mata a personas y paraliza sociedades, la ignorancia genera esclavitud. Una forma de perpetuar esta lacra es prescindir del pasado, pretender cambiarlo o desconectarlo del presente. El saber genuino vacuna contra el virus de la prostitución lingüística, la que disocia las palabras de la realidad. La trasparencia se muestra con hechos y, después, se ratifica con dichos. Algo tan elemental lo saben muchos empleados y algunos directivos.

LA VERDAD. Existe, con independencia de que se llegue a ella. No conocerla no la hace desparecer. Prueba de estar ante la verdad es que no bloquea, sino que abre a nuevas verdades. Cuando se quiere saber, la verdad es liberadora, si adaptamos nuestra percepción a ella. Armonizar pasión por la verdad e inteligencia emocional orienta en las encrucijadas de procesos entrañablemente humanos de pasado doloroso. Por el contrario, la mentira esclaviza y se aparea con el odio y el miedo. Mentir separa, divide y colapsa. Quizá por ello es recurso para quienes atentan contra la unidad legítima de personas y organizaciones.

SER. Lo que somos de forma esencial, no superficial, puede gustar o no, pero no se puede forzar. Nuestro ser hoy se explica por lo que fuimos ayer. Imposible cambiar el pasado. Conocerlo bien predispone a gestionar mejor el presente y el futuro. Ser y parecer se asemejan, pero difieren sustancialmente. Alta envidia y baja autoestima minan el ser propio. Más que intentar parecerse a lo mejor del presente ajeno, conviene procurar ser fiel a lo mejor del pasado propio. Eso implica dos acciones, solo eficaces acompasadas: asumir los aciertos para potenciarlos y los errores para evitarlos. Conocer las mejores cualidades de una persona y encontrar su sitio en la empresa es una de las inversiones más eficientes. No hacerlo genera pérdida de tiempo, energía, dinero, talento… y personas.

LIBRES. La libertad es una capacidad. Abre opciones, pero no garantiza aciertos. Sin verdad no hay libertad, ya que se ignoran posibilidades, incluidas las correctas. Mejor elegir la verdad incómoda que la mentira complaciente. La libertad honesta descomplica la gestión reputacional porque, entre otras cosas, reduce a una las versiones de lo ocurrido: la verdad conocida, siempre abierta a nuevas verdades. La frescura de la libertad y el sentido común humanizan cualquier organización.

Interiorizar estos cinco hitos predispone a una doble transición, aplicable tanto a las personas como a la verdad: pasar de querer saber a saber querer.

Por Enrique Sueiro es asesor de comunicación directiva y autor de ‘Brújula directiva: 25 horizontes