dafo emocional

Un DAFO emocional es el resultado de analizar qué emociones (nuestras y de quienes nos rodean) pueden constituir debilidades, fortalezas, oportunidades o amenazas.

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Tiempo de Lectura: 3 minutos

Realizar un análisis estratégico, ya sea de una empresa o de una persona, exige identificar las debilidades, las amenazas, las fortalezas y las oportunidades que configuran su situación. Estos cuatro elementos, de cuyas iniciales deriva el acrónimo más importante que hay en estrategia (DAFO), son los principales al diseñar una estrategia, ya sea empresarial o de cualquier otro tipo, porque constituyen la información necesaria para tomar decisiones.

Un DAFO emocional es el resultado de analizar qué emociones (nuestras y de quienes nos rodean) pueden constituir debilidades, fortalezas, oportunidades o amenazas. Cualquiera de nosotros puede evaluar con fiabilidad un listado preciso de las emociones que nos están afectando últimamente.

Dimensiones estratégicas y emocionales

Por ejemplo, sentir ansiedad constituye una debilidad, porque reduce la percepción que tenemos acerca de nuestra competencia para llevar a cabo una tarea (autoeficacia).

El aprecio de la dirección o de nuestros compañeros puede constituir una oportunidad, mientras que el desprecio de cualquiera de ellos supondría una amenaza.

Las emociones influyen en la toma de decisiones mediante su influencia en nuestra cognición y en nuestra motivación. Respecto a la primera, condicionan la identificación y el análisis de las debilidades, las amenazas, las fortalezas y las oportunidades. Por ejemplo, la ansiedad puede dificultarnos la identificación de oportunidades; la alegría puede llevarnos a infravalorar una amenaza, o el miedo a sobrevalorarla. En cuanto a la motivación, las emociones pesan mucho, tanto en la formación como en el cambio de actitudes.

La alegría, la esperanza y el aprecio suelen representar fortalezas y oportunidades. La tristeza, el asco, el miedo, la ira, el desprecio, la culpa, la vergüenza, el arrepentimiento o la decepción habitualmente son consideradas como debilidades y amenazas. Y el orgullo es ambivalente: puede representar una debilidad cuando no es más que vanidad, o una fortaleza cuando consiste en convicciones que potencian la autoeficacia (Tabla 1).

Dimensiones vitales

Lo que una persona es o puede llegar a ser tiene que ver con seis dimensiones vitales: tener, estar, saber, querer, creer y poder. Estas seis dimensiones están relacionadas entre sí. Por ejemplo, lo que tenemos influye en cómo estamos; para querer puede ser necesario creer; o para saber es necesario poder, cuando el acceso al conocimiento requiere tener la oportunidad de realizar algo.

Todas las filias y las fobias (ejes de la motivación) tienen que ver con las emociones, que pueden tener su origen en cada una de estas seis dimensiones. Por ejemplo, tener un buen salario, saber mucho sobre la actividad que uno hace o sentir pasión (querer) por ello puede generar orgullo; creer que el jefe trata mejor a otro compañero o no poder participar en el desarrollo de iniciativas nos puede provocar ira o tristeza.

Las emociones positivas están relacionadas con tener lo deseado, poder, querer, creer o saber. Las emociones negativas están relacionadas con no saber (por ejemplo, la ansiedad), no poder (por ejemplo, la culpa, la decepción y el arrepentimiento) o no tener (por ejemplo, la envidia).

Nuestra capacidad de análisis emocional depende, por tanto, de que seamos capaces de evaluar las seis dimensiones vitales, que son el origen de la mayoría de nuestras emociones. Algunas emociones están relacionadas solo con una dimensión. Otras se pueden vincular a varias e, incluso, como en el caso del orgullo, a todas ellas (uno puede sentirse orgulloso de saber, de tener, de poder, de estar, de creer y de querer).

Emociones para una mejor decisión

Cada una de las seis dimensiones puede influir en el resto a través de las emociones. Por ejemplo, tener un jefe con capacidad de escucha puede generar emociones de aprecio (simpatía y gratitud por sentirse escuchado), lo cual puede repercutir positivamente en nuestra creencia acerca de su competencia.

Las emociones asociadas a cada una de las dimensiones pueden generar pensamientos, acciones y situaciones con consecuencias negativas. Por ejemplo, la alegría o el orgullo pueden llevar a la falta de previsión y al despilfarro, no llevando un control exhaustivo de los costes.

Suele suceder que cuanto menos te conoces más crees que te conoces. Y dado que el deseo de creer suele ser más poderoso que el deseo de saber, es fácil que busques confirmar tus creencias en lugar de ponerlas a prueba, como consecuencia del sesgo de confirmación. No cabe duda de que cuando quieres creer, te dejas llevar.

Debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades… Mucho de lo que nos sucede tiene que ver con estos cuatro conceptos, que dependen en gran medida de nuestras emociones y de las emociones de quienes nos rodean.

Merece la pena que pares unos minutos y te hagas un DAFO emocional. Tras este ejercicio seguro que tus decisiones mejoran sustancialmente.

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Luis Vázquez Suárez () dirige el Máster Universitario en Investigación en Administración y Economía de la Empresa por las Universidades de Burgos, León, Salamanca y Valladolid, y es subdirector del Instituto Multidisciplinar de Empresa (IME) de la Universidad de Salamanca. Cuenta con una amplia experiencia docente e investigadora en gestión de recursos humanos, ámbito en el que ha desempeñado funciones directivas. Sus investigaciones se ubican en la intersección entre la Organización, el Derecho, la Economía y la Psicología, y han sido publicadas en prestigiosas revistas nacionales e internacionales. Es coautor de los libros Conceptos de gestión, Habilidades directivas para la empresa, Gestión de recursos humanos para la PYME, La gestión de las emociones en la empresa y Los 100 errores en el desarrollo de habilidades de gestión.