Periódicamente, y, últimamente, cada vez más a menudo, saltan a las portadas de los periódicos proyectos de deportistas de todas las disciplinas, llamados a marcar historia.
Pasado el tiempo, supongo que, un poco, por selección natural, y, un mucho por la suma de factores que afectan al desarrollo de los deportistas, más del 99% de esos prospectos, acaban quedándose muy por debajo de las expectativas iniciales, pero hay un porcentaje inferior a ese 1% restante que se convierten, no sólo en esas estrellas de gran brillo deportivo, sino en deportistas que pasan a la historia y que se incrustan en la imaginación de todos nosotros, espectadores, como esos unicornios, esos personajes únicos, en lo que se acabaron convirtiendo.
Unicornio, término que últimamente se usa con bastante recurrencia en el mundo empresarial de las startups, y del que el deporte se ha ido apropiando poco a poco. Como dato, el concepto unicornio fue utilizado por primera vez en el artículo“Welcome to the Unicorn Club” por parte del inversionista de riesgo Aileen Lee en 2013, tras un estudio de un grupo de empresas excepcionales que estaban creciendo a ritmos vertiginosos.
Si bien, mi reflexión, va hacia el último unicornio del mundo del baloncesto, Victor Wembanyama, un interminable francés de 2.24 metros de altura y 18 años (todavía está en edad de crecer), con unas aptitudes para este deporte muy por encima de la de casi totalidad de oponentes.
Esta temporada, “Wemby”, como se le suele llamar, ha aterrizado en la mejor liga del mundo, la NBA, y sus inicios, aunque a nivel individual, han sido bastante buenos, sin llegar al nivel de las grandes estrellas en su primera temporada, a nivel colectivo, no han sido capaces de hacer que su equipo sobrepase el penúltimo puesto de la liga.
Y es que, la grandeza de este deporte, como ocurre con casi todos los deportes de equipo, se basa, incluida la NBA, con sus individualidades, en que sin un grupo detrás, sin un equipo que te respalde, alcanzar el objetivo es muy complicado, por no decir, imposible.
Esta obviedad, es bueno que la recalquemos en estos momentos de tanta individualidad, ya que se puede trasladar a múltiples actividades, incluida la empresarial, donde podemos tener un desarrollo brillante en alguna de las áreas, que puede no trasladarse a los resultados de la empresa, o ni siquiera, del equipo.
Así, podemos tener al más brillante de los ingenieros en nuestro equipo, o al vendedor más persuasivo, pero su capacidad no servirá de mucho si no está acompañado de personas con capacidades y solvencias reconocidas, tanto personales como profesionales.
Evidentemente, hemos hecho trampas al solitario, dado que “Wemby” sólo es en este momento algo que en potencia puede llegar a ser, un recién llegado con un potencial altísimo, pero, como he escrito muchas otras veces, su situación manifiesta que el equipo es y debe estar por encima de las capacidades individuales de cada uno de los que forman parte de él.
Pero todo esto ya lo detectaron y verbalizaron mucho antes, muchas personas con reconocido prestigio. Así, por seguir en el baloncesto, Michael Jordan tenía claro que “El talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos”, o podríamos recurrir a la frase que más me gusta para explicarlo, que se atribuye al fundador de McDonald’s, Ray Kroc, quien dijo que “Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”.
Todo esto nos puede resultar algo obvio, pero, me parece necesario, como propósito de año nuevo, reivindicar al equipo por encima del individuo, y el triunfo grupal por encima del éxito individual. Que no se nos olvide.
Por Alejando Ribas, Socio de ACFYD