“El mundo entero se aparta ante un hombre que sabe adónde va”. Esa era la frase de un anuncio, de los años 90, de una bebida de esas que ahora se llaman espirituosas, que despertaba en mí mucha curiosidad por lo acertado que me parecía el mensaje.
Ese fue mi primer contacto con esa frase. Posteriormente, descubrí que era de “El principito” …, ya sabemos, en la vida, cada uno tiene sus tiempos.
Y me ha venido a la cabeza por las declaraciones de Klay Thompson, el elegante escolta del equipo de baloncesto de los Golden State Warriors de baloncesto, en las que, reconoce que la mejor parte de su vida deportiva ha pasado y que su rol debe ser otro en estos momentos.
Klay, como la mayoría de los deportistas de alto nivel, tiene un marcado carácter competitivo, añadido a haber jugado durante toda su carrera en el mejor equipo de baloncesto de la segunda década del siglo XXI, formando, junto a Stephen Curry una de las mejores duplas de ataque de la historia reciente del baloncesto.
Todo ello, unido a su forma de entender el deporte desde un punto de vista mucho más técnico, contra la tendencia más física de los últimos años.
En estos momentos, ambos están afrontando la parte final de sus carreras, Klay tiene 34 años y Curry 35, ambos empiezan a transmitir menos frescura, y su equipo lo nota, pasando a ser equipo de media tabla, en estos momentos, fuera de los playoffs.
Esa cuesta abajo se ha hecho más patente en el caso de Klay, quien está muy por debajo de sus números habituales, sobre todo en los momentos decisivos de los partidos.
Toda esta situación, con su correspondiente tensión por no alcanzar los resultados previstos, se mantuvo hasta que lanzó sus declaraciones comentando que se había dado cuenta de su nueva función en el equipo, pero también, de que podía seguir siendo muy importante para el colectivo, aun asumiendo una pérdida de protagonismo, al aceptar no formar parte del equipo titular.
En sus declaraciones, Klay habla, además, de un referente, el argentino Manu Ginóbili, quien desarrolló toda su carrera en el equipo de San Antonio de la NBA como un jugador de la segunda unidad, sin perder importancia en el imaginario de los aficionados de su equipo ni en su aportación a los cuatro campeonatos que consiguió con su equipo.
Imagino que a Klay le habrá supuesto todo ello un cóctel de sensaciones con la humildad como uno de sus ingredientes principales.
Su situación, trasladada a la vida profesional, me ha hecho pensar en dos cosas desde dos perspectivas:
- Hacia el exterior: La importancia de tener referentes, espejos dentro de los equipos que transmitan el saber hacer, la cultura y los valores de la empresa.
- Hacia el interior: Entender el lado positivo de cada etapa de la vida laboral y entender la naturalidad del proceso. Un ataque directo al ego del individuo.
Esta parte, además, implica a más elementos que al propio sujeto. No sólo la persona debe entender su nuevo papel, sino todo su entorno, y aceptarlo de la misma manera.
Eso sí, en este punto, al bueno de Klay, le queda lo más complicado, aprender a moverse en sus nuevos zapatos.
Estaremos muy atentos a las noticias.
Por Alejandro Ribas, Socio de ACFYD Análisis.