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José Aguilar @josemindvalue, Socio Director de Mindvalue, analiza las nuevas formas de comunicación en entornos no presenciales y cómo crear conexiones fuertes en distancias largas Clic para tuitear

Nuevas formas de trabajo

Durante la crisis sanitaria que ha transformado el mundo en 2020 y 2021, se ha producido una intensa migración de entornos de relación, desde los espacios físicos tradicionales a espacios virtuales. La tecnología ha venido en nuestra ayuda, de forma que la comunicación no se ha interrumpido, ni en los ámbitos privados ni en los profesionales. Millones de personas han adquirido o han desarrollado habilidades en el manejo de herramientas que nos han permitido mantener las relaciones a pesar de las limitaciones en la movilidad. Nos hemos desplazado menos, pero en apariencia nos hemos comunicado igual, o incluso más.

Esta situación ha impulsado cambios en las formas de trabajo que avanzaban tímidamente antes de la pandemia pero que se han consolidado de forma definitiva tras estos meses. Algunas de esas modificaciones son solo superficiales. Otras, por el contrario, tienen mucho mayor alcance. Entre las primeras, cabe destacar:

  1. Cambios tecnológicos. La mayoría de las aplicaciones que hemos utilizado para comunicarnos en estos meses estaban disponibles desde hace años y, en ocasiones, se basan en tecnologías muy maduras. No se han producido grandes avances como consecuencia de la pandemia. Simplemente, el uso de estas herramientas se ha hecho mucho más intensivo.
  2. Mejoras en la eficiencia. Aparentemente, el trabajo remoto iba a producir una mejora en el rendimiento gracias al tiempo ahorrado en desplazamientos y a la ausencia de interacciones sociales no productivas, muy comunes en centros de trabajo. En realidad, los cambios no han sido tan significativos. El hecho de trabajar de forma remota no cambia a las personas de forma inmediata: quien era responsable en un entorno presencial lo sigue siendo en un entorno virtual, y quien no se desempeñaba bien en su puesto habitual de trabajo tampoco lo hace en el nuevo entorno.

Las modificaciones más importantes tienen que ver con:

  1. Foco en la productividad. El hecho de trabajar de forma remota fortalece el rechazo del presencialismo, ese prejuicio que asocia el trabajo con la presencia física en un determinado lugar. En estos meses ha quedado de manifiesto que los empleados pueden cumplir su función sin necesidad de estar muchas horas en su centro de trabajo. En lo sucesivo, seguirá habiendo reuniones presenciales y viajes profesionales, pero en cada caso habrá que acreditar que el hecho de realizar esas tareas de forma presencial aporta un valor que justifique los costes asociados.
  2. Nuevas formas de comunicación. Las herramientas utilizadas para el trabajo remoto han mantenido o incluso incrementado los flujos de comunicación. Los asuntos profesionales que se resolvían en encuentros más o menos formales en el centro de trabajo son abordados ahora a través de los nuevos canales. Lo que perdemos es la capacidad de influir sobre las personas y de conectar con ellas, más allá de los encuentros fríos que tenemos a través de una pantalla.

La comunicación no es cuestión de cantidad de información sino de calidad de las interacciones

Para la creación de equipos y de comunidades más cohesionados no necesitamos más volúmenes de información, sino una comunicación de mayor calidad. El sentido de pertenencia no se forma solo por el consumo simultáneo de unos mismos productos de comunicación. Hace falta compartir una historia y proyectar en común un futuro. El trabajo remoto es de momento una excelente herramienta para afrontar el día a día y resolver las cuestiones que se plantean en la gestión ordinaria. Sin embargo, falta por integrar en los flujos de comunicación lo que da sentido a nuestro trabajo, lo que nos motiva a realizarlo de forma comprometida, lo que crea conexión entre las personas.

La comunicación se ciñe tanto a lo inmediato que perdemos perspectiva. De hecho, resulta inquietante el recurso a lugares comunes, como el de que vivimos en un entorno VUCA. Tal vez, una excesiva insistencia en lo volátil e incierto que es nuestro porvenir pueda convertirse en una excusa para la improvisación. Lo malo de no diseñar nuestro futuro en común es que otros lo harán por nosotros. Si no estamos conectados con lo que fuimos, es difícil que nos conectemos con lo que seremos.

Romper estereotipos sobre la comunicación remota

El reto no es manejar técnicamente determinadas herramientas o aplicaciones. Eso es trivial y está al alcance de la mayoría. Nos enfrentamos al desafío de conectar de verdad con las personas en un entorno virtual. Vale la pena remitirse a la experiencia para desmentir algunos prejuicios que limitan el alcance de la comunicación en un tiempo en el que nos vemos (y nos veremos) físicamente menos:

  1. “La distancia hace el olvido”. Antes se pensaba que la conexión dependía de la proximidad física. Ahora sabemos que muchas relaciones muy valiosas han salvado las fronteras. El hecho de relacionarnos a distancia no es óbice para que se cree una relación sólida y sostenible.
  2. “El roce hace el cariño”. Frente al prejuicio de pensar que solo podemos influir sobre las personas en un contexto de presencialidad, la experiencia de un aislamiento impuesto muestra lo contrario. Hacer que las personas compartan espacios físicos y vivencias comunes puede ayudar a crear cohesión en los equipos, pero también genera desgaste. De hecho, no es infrecuente que se abran abismos entre personas que conviven de forma estrecha.
  3. La edad es un factor limitante a la hora de conectar con las personas en un entorno digital. Es cierto que quien ha desarrollado habilidades de comunicación en directo, mirando a la gente a los ojos y percibiendo las señales que envía su interlocutor puede tener dificultades para conseguir el mismo efecto de forma remota. Sin embargo, profesionales con experiencia han aprendido también a comunicar con mucho impacto a través de una cámara. No se trata solo de manejar recursos técnicos. En realidad, cuanta más tecnología utilizamos, más humanidad necesitamos.

Comunicadores eficaces en entornos tecnológicos

La experiencia de estos meses muestra que el reto de crear vínculos valiosos no depende de la tecnología sino de la calidad del liderazgo. El líder ya no maneja distancias: se desenvuelve con soltura tanto en la lejanía como en la proximidad. Ahora se enfoca en los tiempos y en la intensidad de las relaciones. El trabajo colaborativo no es cuestión de ancho de banda sino de ancho de alma.

Por José Aguilar, Socio Director de Mindvalue